En este artículo analizaremos en detalle qué es la teoría de la motivación de Maslow y cómo ha influido a lo largo de los años en nuestra concepción de las necesidades y motivaciones de los individuos y grupos.
Además, veremos cuál es la jerarquía que establece en su famosa pirámide y qué implicaciones prácticas puede tener en ámbitos como la economía, el mercado de trabajo, los negocios, el marketing y la gestión de recursos humanos.
El psicólogo estadounidense Abraham Maslow, en su obra «Una teoría sobre la motivación humana» (1943), desarrolló esta revolucionaria teoría de la motivación, cambiando para siempre la forma en la que entendemos las necesidades y motivaciones del ser humano.
En esencia, la teoría de la motivación de Maslow sostiene que las personas poseen una serie de necesidades organizadas jerárquicamente, desde las más básicas hasta las más complejas.
Según este autor, las personas buscan, en primer lugar, satisfacer necesidades elementales, antes de aspirar a otras más elevadas, como pueden ser el reconocimiento o la autorrealización.
Esta jerarquía de necesidades suele representarse habitualmente en forma de pirámide, de ahí que se haya hecho tan famosa la llamada «Pirámide de Maslow».
De este modo, las necesidades más esenciales se sitúan en la base de esa pirámide. A medida que las personas satisfacen un cierto nivel de necesidades, ascienden en dicha pirámide hacia necesidades de jerarquía superior.
Así lo expresa Maslow:
«Las necesidades humanas se organizan en jerarquías según su prioridad. Es decir, la aparición de una necesidad normalmente depende de que antes se haya satisfecho otra necesidad más prioritaria. El ser humano es un animal que desea perpetuamente. Además, ninguna necesidad o impulso puede considerarse de forma aislada o independiente; cada impulso está relacionado con el estado de satisfacción o insatisfacción de otros impulsos» (fuente).
La jerarquía propuesta por Maslow en su teoría de la motivación se divide en cinco niveles principales:
Efectivamente, en la base de la pirámide de Maslow, nos encontramos con las necesidades fisiológicas básicas, que son esenciales para la supervivencia humana.
Por tanto, aquí se incluyen cuestiones como las siguientes:
Obviamente, estas necesidades tienen prioridad sobre cualquier otra. Por ejemplo, una persona que pasa hambre, difícilmente podrá motivarse por objetivos laborales o personales.
En la teoría de motivación de Maslow, una vez cubiertas las necesidades fisiológicas básicas, aparecen las necesidades de seguridad y protección.
Así, aquí se incluyen aspectos como los siguientes:
De este modo, las cuestiones económicas, de salud financiera y seguridad física son de vital importancia dentro de la motivación de los individuos, una vez cubiertas las necesidades fisiológicas básicas.
Por tanto, aspectos como el empleo o la vivienda se revelan como esenciales para el bienestar humano.
En el tercer escalón de la Pirámide de motivación de Maslow, nos encontramos con todo lo relativo a las necesidades sociales y de afecto.
Así, entre otras cuestiones, se manifiestan en aspectos como los siguientes:
Esto se aplica tanto a la vida personal y familiar, como a las relaciones laborales. Así, por ejemplo, es muy importante la integración dentro de un equipo de trabajo, el reconocimiento por parte de superiores y compañeros, etc.
Aunque, en este aspecto, podemos ya estar en un escalón intermedio entre el tercer y cuarto escalón, como ahora veremos.
Efectivamente, en el cuarto escalón, la teoría de la motivación de Maslow sitúa todas las necesidades relacionadas con la autoestima y el reconocimiento por parte de los demás.
Así, entre ellas, están:
En la práctica profesional, estas necesidades se relacionan a menudo con los ascensos laborales, la consecución de prestigio profesional y financiero y la búsqueda de un cierto estatus social.
De acuerdo con la teoría de la motivación de Maslow, en la cúspide de la pirámide se encuentran las necesidades de autorrealización, que comprenden los siguientes aspectos:
Esta etapa, según Maslow, es la más difícil de alcanzar y la más gratificante, porque refleja el pleno potencial humano y su máximo desarrollo.
Según este autor, algunas de las personas célebres que han alcanzado este último nivel de la pirámide, serían: Mahatma Gandhi, Albert Einstein, Abraham Lincoln, Thomas Jefferson, Eleanor Roosevelt, etc.
Lejos de ser un simple estudio académico, la teoría de la motivación de Maslow está directamente conectada con la realidad, especialmente en todo lo relacionado con la economía y finanzas.
De este modo, podemos encontrarla en ámbitos como los siguientes:
Desde la perspectiva de Maslow, cubrir las necesidades fisiológicas y de seguridad sería el primer paso en una buena planificación financiera.
En este sentido, antes de invertir, es recomendable contar con un fondo de emergencia y una fuente de ingresos estable.
Cuando nos encontramos en los escalones más bajos de la pirámide, las escasas inversiones que podemos afrontar tienden a colocarse en activos de bajo riesgo.
Sin embargo, a medida que ascendemos en la jerarquía de Maslow, podemos empezar a diversificar nuestra inversión en más categorías de activos, y también asumir un mayor nivel de riesgo.
De todos modos, esto también vendrá condicionado por el perfil de tolerancia al riesgo de cada individuo.
Los expertos en publicidad y ventas conocen bien la teoría de la motivación de Maslow, apelando a niveles concretos de su pirámide.
Así, por ejemplo, tenemos casos como los siguientes:
Entender dónde se encuentra el cliente objetivo en la pirámide, permite que las empresas creen estrategias de marketing más efectivas.
En la gestión empresarial, la teoría de Maslow ayuda a identificar qué motiva a los empleados.
De este modo, alguien que tenga las necesidades básicas cubiertas buscará reconocimiento y crecimiento profesional.
Si la compañía ofrece oportunidades claras de promoción profesional, ascenso y reconocimiento, podrá mejorar significativamente la motivación y productividad de sus trabajadores.
Aunque la teoría de la motivación de Maslow sigue siendo plenamente aceptada y utilizada hoy en día, no está exenta de algunas críticas y matizaciones.
Así, por ejemplo:
En cualquier caso, y pese a las críticas, está claro que la teoría de motivación de Maslow nos ofrece un marco realmente útil para entender las prioridades y motivaciones humanas.
En ámbitos tan variados como las finanzas, la gestión de recursos humanos, la psicología o la publicidad, estas ideas se utilizan constantemente para la toma de decisiones más inteligentes y estratégicas.
Rubén Vizcaíno Pena
11 Abr. 2025
8 min
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¿Qué es la economía mixta?
El concepto de economía mixta se utiliza generalmente en un sentido muy amplio, englobando a prácticamente todas las economías del mundo.
Pero, ¿qué es exactamente la economía mixta? ¿Cuáles son sus características distintivas y por qué se ha impuesto frente a los demás modelos económicos?
En este artículo exploraremos todas estas cuestiones y, además, veremos si existen alternativas reales a este modelo.
En esencia, llamamos economía mixta a aquel sistema económico que combina elementos característicos tanto del mercado libre como de la economía planificada.
En otras palabras, es un modelo en el que conviven empresas privadas y públicas, coexistiendo mecanismos de libre mercado con la intervención del Estado.
En su concepción teórica, este sistema busca aprovechar las ventajas de ambos enfoques, garantizando libertad económica a la vez que se protegen los intereses sociales mediante regulaciones e intervenciones públicas.
En la práctica, la economía mixta es el sistema propio de la mayoría de países occidentales, con su máxima expresión en la socialdemocracia escandinava.
Lógicamente, dentro del espectro de países con modelos de economía mixta, hay ejemplos con mayor intervencionismo estatal (los mencionados países escandinavos, Francia, Alemania, etc.) y otros con un sesgo mucho más liberal (por ejemplo, Estados Unidos).
Ampliando la definición anterior, podemos destacar tres características principales del modelo de economía mixta:
En los países con economía mixta, el Estado y otras entidades administrativas suelen tener abundantes propiedades, ya sea en forma de terrenos, inmuebles, empresas, etc.
Al mismo tiempo, esto convive con la propiedad privada, aunque puedan darse ciertas limitaciones por interés público (de ahí, por ejemplo, la posibilidad de realizar expropiaciones por razones de interés general: construcción de carreteras, etc.).
En sectores considerados estratégicos (como la energía, el transporte público o la salud), suele haber mayor proporción de propiedad pública.
En una economía mixta, el mercado funciona, en gran medida, bajo los principios de oferta y demanda típicos del libre mercado.
Sin embargo, a diferencia de un mercado completamente libre, el Estado interviene para regular situaciones que podrían generar desequilibrios, como serían los monopolios, la contaminación ambiental o aspectos de injusticia social.
Para ello, los poderes públicos utilizan la política fiscal o monetaria, así como su capacidad de regulación normativa.
Finalmente, en una economía mixta, el poder público suele implementar ciertas medidas redistributivas de la riqueza. Es decir, transfiere riqueza de quienes más tienen a quienes menos tienen.
Para ello, se utilizan herramientas como las siguientes:
Como cualquier otro sistema, la economía mixta ofrece tanto aspectos positivos como negativos:
Las ventajas más destacables de los sistemas de economía mixta son las siguientes:
En lo que se refiere a los riesgos y desventajas de la economía mixta, destacamos los siguientes:
En una economía mixta, el Estado desarrolla distintas funciones para tratar de mantener ese pretendido equilibrio económico y social:
Sin lugar a dudas, la ley es uno de los instrumentos más importantes del poder público para intervenir en las distintas esferas de actividad de empresas y ciudadanos.
Al mismo tiempo, se hace necesario implantar procedimientos de vigilancia y supervisión, para asegurar la efectividad de toda esa normativa.
Aunque el objetivo sea garantizar la competencia justa, evitar abusos y proteger a los más vulnerables, se puede llegar a caer en una rigidez excesiva que frene el dinamismo del sector privado.
Los impuestos son el principal recurso del Estado para financiar su actividad (infraestructuras, sanidad, educación, etc.) y redistribuir la riqueza de acuerdo con principios de justicia social.
De nuevo, en el espectro político de los sistemas de economía mixta, caben desde sistemas que rozan lo confiscatorio, hasta otros con carga impositiva muy baja.
Por otra parte, la política monetaria es una herramienta imprescindible para influir en el coste y disponibilidad del dinero y, por tanto, conseguir estabilidad de precios.
En los países con economía mixta, el Estado se encarga de producir y suministrar determinados bienes y servicios esenciales, que se consideran imprescindibles para todas las personas (con independencia de su capacidad económica).
En este sentido, se trata de garantizar el acceso universal a servicios como la educación básica, la asistencia sanitaria o la seguridad ciudadana.
Cuando el ciclo económico atraviesa fases de crisis, la intervención estatal trata de minimizar sus efectos adoptando medidas que puedan ayudar a la recuperación y proteger a los más vulnerables.
Por ejemplo: estímulos fiscales, programas de rescate y políticas monetarias expansivas.
Sin embargo, desde posiciones críticas a este tipo de medidas, se argumenta que, a menudo, las intervenciones públicas son ineficientes e ineficaces, sentando las bases para nuevos desequilibrios.
Como decíamos al inicio, el sistema de economía mixta se ha impuesto en prácticamente todos los países del mundo, tanto desarrollados como en vías de desarrollo.
Ciertamente, la variedad de matices y niveles de intervención es muy variada, pero no dejan de seguir un mismo patrón.
En este punto, podríamos preguntarnos si hay alguna alternativa real a este modelo, que pudiese corregir sus fallos o debilidades.
Una opción probada históricamente fueron las economías comunistas, donde el Estado controla todos los aspectos económicos y la iniciativa privada está fuertemente limitada. Como es sabido, la historia ha dejado muy patentes los graves problemas de este modelo en la práctica.
En una posición totalmente opuesta, tenemos las propuestas derivadas de la Escuela Austríaca de Economía, que plantea una alternativa radicalmente distinta.
Así, se trataría de apostar por la mínima intervención estatal y defender la supremacía absoluta del libre mercado.
Economistas como Ludwig von Mises y Friedrich Hayek argumentan que cualquier intervención gubernamental distorsiona los precios y la asignación de recursos, generando ineficiencias.
Aunque este enfoque ofrece una decidida defensa de la libertad individual y empresarial, algunos críticos señalan que puede aumentar significativamente las desigualdades y no garantiza adecuadamente servicios esenciales básicos para toda la población.
En definitiva, aunque no está exenta de problemas, la economía mixta parece ofrecer un cierto equilibrio entre libre mercado e intervención estatal, tratando de compaginar el crecimiento económico con la cohesión y justicia social.
En la práctica, todavía no se ha logrado implementar un modelo alternativo que sea claramente superior a todos los niveles.
Rubén Vizcaíno Pena
4 Abr. 2025
8 min
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Gran tenedor de vivienda: ¿qué implica?
Aunque para muchos siga siendo desconocido, el concepto de «gran tenedor de vivienda» ha ido ganando protagonismo en los últimos años debido a la creciente preocupación por el acceso a la vivienda y la regulación del mercado inmobiliario en España.
En este artículo, analizaremos qué se entiende por gran tenedor de vivienda, cuáles son sus implicaciones en la práctica y cuál es la normativa vigente a día de hoy.
Como veremos, se trata de una serie de medidas no exentas de polémica, ya que muchos dudan de su eficacia real en la práctica.
Para encontrar una definición legal del concepto de «gran tenedor de vivienda» tenemos que acudir a la Ley 12/2023, de 24 de mayo, por el derecho a la vivienda.
Así, de acuerdo con su artículo 3, letra k), nos encontramos con que se considera gran tenedor a la «persona física o jurídica que sea titular de más de 10 inmuebles urbanos de uso residencial o una superficie construida de más de 1.500 m2 de uso residencial, excluyendo en todo caso garajes y trasteros. Esta definición podrá ser particularizada en la declaración de entornos de mercado residencial tensionado hasta aquellos titulares de 5 o más inmuebles urbanos de uso residencial ubicados en dicho ámbito, cuando así sea motivado por la comunidad autónoma en la correspondiente memoria justificativa.»
Así, por ejemplo, en el caso de Cataluña, el límite para considerarse gran tenedor se ha establecido en esas 5 viviendas que indica la ley para mercados tensionados.
El objetivo del legislador al introducir el concepto de «gran tenedor de vivienda» es identificar a los grandes propietarios que podrían ejercer una influencia significativa sobre el mercado del alquiler y la compraventa de viviendas.
De ahí que, como ahora veremos, se les impongan obligaciones adicionales en el marco de la nueva ley.
Efectivamente, aquellos propietarios que tengan la consideración legal de grandes tenedores de vivienda, se verán afectados por restricciones y obligaciones como las siguientes:
Cuando el inquilino se encuentre en situación de vulnerabilidad económica o social, puede solicitar una prórroga extraordinaria de un año en el caso de zonas no tensionadas y de 3 años si se trata de zonas tensionadas.
La particularidad consiste en que, si se trata de un propietario que sea gran tenedor de vivienda, está obligado a aceptar la prórroga solicitada (tanto si se trata de una zona tensionada como no tensionada).
La normativa de vivienda en España establece límites máximos de incremento porcentual para los precios de los alquileres, ya se trate de una renovación o de un nuevo contrato.
Estos porcentajes máximos son distintos cada año y, además, varían en función de si la zona se considera como tensionada o no tensionada.
En cualquier caso, a los grandes tenedores de viviendas se les aplican regulaciones más estrictas en este sentido.
En el caso de que el gran tenedor posea una vivienda en zona tensionada, la Ley 12/2023 le obliga a suministrar determinada información, a solicitud de la administración correspondiente. En concreto, se trata de lo siguiente:
Así se establece en el artículo 19 de la mencionada Ley 12/2023.
En los casos en que se quiera instar el desahucio de la vivienda por falta de pago, fin del contrato de alquiler u ocupación ilegal, la normativa obliga a que el propietario que tenga la condición de «gran tenedor» lo haga constar expresamente en su solicitud.
Además, deben realizarse ciertos trámites adicionales, de entre los que destacan los siguientes:
Por tanto, este tipo de medidas tiene como objetivo proteger a inquilinos vulnerables, pero suponen cargas adicionales para el gran tenedor de vivienda y, probablemente, retrasarán la efectividad del desahucio.
No es fácil evaluar o predecir los efectos que este tipo de medidas puedan tener en el mercado inmobiliario a medio o largo plazo.
De hecho, existe una gran divergencia de opiniones al respecto.
Por una parte, los defensores de estas restricciones a los grandes tenedores consideran que esto ayudará a proteger a los inquilinos más vulnerables y a reducir la especulación, al mismo tiempo que contribuirá a aumentar el stock de viviendas disponibles (ya que algunos propietarios podrían optar por vender parte de sus activos para dejar de ser grandes tenedores).
Sin embargo, hay otros sectores que dudan de la eficacia de estas medidas o, incluso, que las consideran contraproducentes para alcanzar los objetivos pretendidos.
Así, entienden que esto podría reducir la inversión inmobiliaria, con la retirada de los fondos de inversión y de los grandes tenedores. A su vez, esto podría contraer la actividad de construcción y desarrollo urbanístico, paralizando nuevos proyectos, disminuyendo la oferta disponible e introduciendo mayor rigidez en el sector.
En definitiva, la figura legal del «gran tenedor de vivienda» no está exenta de polémica, generando un fuerte debate dentro del sector entre sus defensores y sus detractores.
En cualquier caso, todavía están por ver los efectos que vaya a tener a medio y largo plazo, para confirmar o no que se hayan logrado (en todo o en parte) los objetivos planteados en la exposición de motivos de la nueva ley.
Rubén Vizcaíno Pena
31 Mar. 2025
6 min
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¿Qué son los fallos de mercado?
En este artículo veremos qué son los fallos de mercado, qué tipos existen, cuáles son sus causas y cómo pueden corregirse.
De este modo, aunque en teoría económica (y con carácter general) se considera que los mercados son mecanismos eficientes para la asignación de recursos, la realidad no siempre avala esta afirmación.
Veamos por qué.
Como decíamos en la introducción, uno de los principales pilares en los que se basa la economía de mercado es el de la eficiencia de dicho mercado para asignar recursos (capital, mano de obra, etc.).
En este sentido, el propio juego de la oferta y la demanda y la libre competencia, unidas a la racionalidad intrínseca del ser humano, procuran que esos recursos se distribuyan de forma óptima, gracias a esa «mano invisible» de la que hablaba Adam Smith.
Sin embargo, hay situaciones en las que esto no se cumple, generándose ineficiencias o fallos que acaban perjudicando el bienestar de la sociedad.
Por tanto, podemos definir los fallos de mercados como aquellas situaciones en las que la asignación de bienes y servicios por parte del mercado es ineficiente, de modo que no se logra maximizar el bienestar social.
Es decir, en estos casos, aunque los individuos actúen de forma racional y busquen su propio interés según los principios del libre mercado, esto no lleva a un resultado racional y óptimo para el grupo.
De ahí que, en ocasiones, sea necesaria o conveniente la intervención del Estado para tratar de corregir dichas ineficiencias. Al menos, esto es lo que se defiende desde buena parte de la teoría económica. Sin embargo, líneas de pensamiento más próximas a la Escuela Austríaca, por ejemplo, se oponen a este tipo de soluciones.
En la literatura económica, suelen distinguirse los siguientes tipos de fallos de mercado:
En lenguaje coloquial, podríamos decir que las externalidades son los «efectos secundarios» o «daños colaterales» de la economía de mercado, aunque no siempre tienen una connotación negativa, como ahora veremos.
Así, de forma más precisa, definiríamos las externalidades como los resultados no buscados de forma directa, que se derivan del consumo o producción de un bien o servicio.
De este modo, suelen darse cuando una transacción entre dos partes afecta a terceros que no están directamente involucrados en ella.
A su vez, las externalidades pueden ser de dos tipos:
Para corregir las externalidades negativas, los gobiernos pueden acudir a medidas como la creación de impuestos, la concesión de subsidios o la aprobación de regulaciones que internalicen estos costos o beneficios (es decir, que hagan que esos efectos secundarios sean asumidos por quien los haya provocado).
En economía, se define a los bienes públicos como aquellos que reúnen estas tres características fundamentales:
Típicos ejemplos de este tipo de bienes son el alumbrado público, los parques públicos, los faros marítimos, la defensa nacional, etc.
Debido a estas características, los mercados privados no tienen incentivos para producir estos bienes de manera eficiente, ya que los individuos pueden beneficiarse de ellos «sin pagar».
En consecuencia, suele ser el Estado el que proporciona este tipo de bienes a través de la financiación pública.
En todas aquellas estructuras en las que no se cumplen los principios de competencia perfecta, se considera que existen fallos de mercado. Así, tenemos, por ejemplo:
Así, por ejemplo, en un monopolio, la empresa puede restringir artificialmente la producción y elevar los precios por encima de su nivel eficiente.
Para corregir este tipo de fallos de mercado, los gobiernos pueden establecer regulaciones de precios, crear y aplicar leyes antimonopolio para fomentar la competencia o procurar la entrada de nuevos competidores en sectores estratégicos.
La información asimétrica se da en aquellas situaciones en las que una de las partes en una transacción posee más información que la otra, lo que puede llevar a la toma de decisiones ineficientes o a la asunción de riesgos innecesarios.
Así, por ejemplo, quien tenga información privilegiada, podría aprovechar el desconocimiento de los demás agentes para fijar precios por encima del nivel de equilibrio.
Para abordar estos fallos de mercado, las Administraciones pueden aprobar regulaciones de transparencia o fomentar directamente la divulgación de información.
En los apartados anteriores, ya hemos visto varios ejemplos concretos de cómo se podrían corregir los fallos de mercado.
En esencia, todos ellos pueden reconducirse a las siguientes categorías principales:
Este tipo de medidas suelen defenderse desde posiciones de política económica relacionadas con el keynesianismo o neokeynesianismo. Por su parte, la escuela neoclásica y, especialmente, la Escuela Austríaca son mucho más reticentes a este tipo de intervenciones.
Desde esas posiciones, suele considerarse que los fallos de mercado casi siempre son temporales, y que el propio mercado acaba corrigiéndolos en cuanto los detecta.
En definitiva, los fallos de mercado pueden ocasionar fuertes desigualdades y perjuicios económicos, que, según algunos autores, no siempre son fáciles de abordar mediante la intervención pública. De hecho, esta también puede llegar a producir externalidades negativas en determinados supuestos.
En cualquier caso, se trata de un concepto clave dentro de la teoría económica, que es fuente continua de estudio desde todo tipo de posiciones ideológicas y académicas.
Rubén Vizcaíno Pena
24 Mar. 2025
7 min
Finanzas
¿Qué es el coste de oportunidad?
En este artículo veremos qué son los fallos de mercado, qué tipos existen, cuáles son sus causas y cómo pueden corregirse.
De este modo, aunque en teoría económica (y con carácter general) se considera que los mercados son mecanismos eficientes para la asignación de recursos, la realidad no siempre avala esta afirmación.
Veamos por qué.
Como decíamos en la introducción, uno de los principales pilares en los que se basa la economía de mercado es el de la eficiencia de dicho mercado para asignar recursos (capital, mano de obra, etc.).
En este sentido, el propio juego de la oferta y la demanda y la libre competencia, unidas a la racionalidad intrínseca del ser humano, procuran que esos recursos se distribuyan de forma óptima, gracias a esa «mano invisible» de la que hablaba Adam Smith.
Sin embargo, hay situaciones en las que esto no se cumple, generándose ineficiencias o fallos que acaban perjudicando el bienestar de la sociedad.
Por tanto, podemos definir los fallos de mercados como aquellas situaciones en las que la asignación de bienes y servicios por parte del mercado es ineficiente, de modo que no se logra maximizar el bienestar social.
Es decir, en estos casos, aunque los individuos actúen de forma racional y busquen su propio interés según los principios del libre mercado, esto no lleva a un resultado racional y óptimo para el grupo.
De ahí que, en ocasiones, sea necesaria o conveniente la intervención del Estado para tratar de corregir dichas ineficiencias. Al menos, esto es lo que se defiende desde buena parte de la teoría económica. Sin embargo, líneas de pensamiento más próximas a la Escuela Austríaca, por ejemplo, se oponen a este tipo de soluciones.
En la literatura económica, suelen distinguirse los siguientes tipos de fallos de mercado:
En lenguaje coloquial, podríamos decir que las externalidades son los «efectos secundarios» o «daños colaterales» de la economía de mercado, aunque no siempre tienen una connotación negativa, como ahora veremos.
Así, de forma más precisa, definiríamos las externalidades como los resultados no buscados de forma directa, que se derivan del consumo o producción de un bien o servicio.
De este modo, suelen darse cuando una transacción entre dos partes afecta a terceros que no están directamente involucrados en ella.
A su vez, las externalidades pueden ser de dos tipos:
Para corregir las externalidades negativas, los gobiernos pueden acudir a medidas como la creación de impuestos, la concesión de subsidios o la aprobación de regulaciones que internalicen estos costos o beneficios (es decir, que hagan que esos efectos secundarios sean asumidos por quien los haya provocado).
En economía, se define a los bienes públicos como aquellos que reúnen estas tres características fundamentales:
Típicos ejemplos de este tipo de bienes son el alumbrado público, los parques públicos, los faros marítimos, la defensa nacional, etc.
Debido a estas características, los mercados privados no tienen incentivos para producir estos bienes de manera eficiente, ya que los individuos pueden beneficiarse de ellos «sin pagar».
En consecuencia, suele ser el Estado el que proporciona este tipo de bienes a través de la financiación pública.
En todas aquellas estructuras en las que no se cumplen los principios de competencia perfecta, se considera que existen fallos de mercado. Así, tenemos, por ejemplo:
Así, por ejemplo, en un monopolio, la empresa puede restringir artificialmente la producción y elevar los precios por encima de su nivel eficiente.
Para corregir este tipo de fallos de mercado, los gobiernos pueden establecer regulaciones de precios, crear y aplicar leyes antimonopolio para fomentar la competencia o procurar la entrada de nuevos competidores en sectores estratégicos.
La información asimétrica se da en aquellas situaciones en las que una de las partes en una transacción posee más información que la otra, lo que puede llevar a la toma de decisiones ineficientes o a la asunción de riesgos innecesarios.
Así, por ejemplo, quien tenga información privilegiada, podría aprovechar el desconocimiento de los demás agentes para fijar precios por encima del nivel de equilibrio.
Para abordar estos fallos de mercado, las Administraciones pueden aprobar regulaciones de transparencia o fomentar directamente la divulgación de información.
En los apartados anteriores, ya hemos visto varios ejemplos concretos de cómo se podrían corregir los fallos de mercado.
En esencia, todos ellos pueden reconducirse a las siguientes categorías principales:
Este tipo de medidas suelen defenderse desde posiciones de política económica relacionadas con el keynesianismo o neokeynesianismo. Por su parte, la escuela neoclásica y, especialmente, la Escuela Austríaca son mucho más reticentes a este tipo de intervenciones.
Desde esas posiciones, suele considerarse que los fallos de mercado casi siempre son temporales, y que el propio mercado acaba corrigiéndolos en cuanto los detecta.
En definitiva, los fallos de mercado pueden ocasionar fuertes desigualdades y perjuicios económicos, que, según algunos autores, no siempre son fáciles de abordar mediante la intervención pública. De hecho, esta también puede llegar a producir externalidades negativas en determinados supuestos.
En cualquier caso, se trata de un concepto clave dentro de la teoría económica, que es fuente continua de estudio desde todo tipo de posiciones ideológicas y académicas.
Rubén Vizcaíno Pena
4 Feb. 2025
7 min
Curso Finanzas
¿Cuál es el ciclo de explotación de una empresa comercial?
En este artículo veremos qué son los fallos de mercado, qué tipos existen, cuáles son sus causas y cómo pueden corregirse.
De este modo, aunque en teoría económica (y con carácter general) se considera que los mercados son mecanismos eficientes para la asignación de recursos, la realidad no siempre avala esta afirmación.
Veamos por qué.
Como decíamos en la introducción, uno de los principales pilares en los que se basa la economía de mercado es el de la eficiencia de dicho mercado para asignar recursos (capital, mano de obra, etc.).
En este sentido, el propio juego de la oferta y la demanda y la libre competencia, unidas a la racionalidad intrínseca del ser humano, procuran que esos recursos se distribuyan de forma óptima, gracias a esa «mano invisible» de la que hablaba Adam Smith.
Sin embargo, hay situaciones en las que esto no se cumple, generándose ineficiencias o fallos que acaban perjudicando el bienestar de la sociedad.
Por tanto, podemos definir los fallos de mercados como aquellas situaciones en las que la asignación de bienes y servicios por parte del mercado es ineficiente, de modo que no se logra maximizar el bienestar social.
Es decir, en estos casos, aunque los individuos actúen de forma racional y busquen su propio interés según los principios del libre mercado, esto no lleva a un resultado racional y óptimo para el grupo.
De ahí que, en ocasiones, sea necesaria o conveniente la intervención del Estado para tratar de corregir dichas ineficiencias. Al menos, esto es lo que se defiende desde buena parte de la teoría económica. Sin embargo, líneas de pensamiento más próximas a la Escuela Austríaca, por ejemplo, se oponen a este tipo de soluciones.
En la literatura económica, suelen distinguirse los siguientes tipos de fallos de mercado:
En lenguaje coloquial, podríamos decir que las externalidades son los «efectos secundarios» o «daños colaterales» de la economía de mercado, aunque no siempre tienen una connotación negativa, como ahora veremos.
Así, de forma más precisa, definiríamos las externalidades como los resultados no buscados de forma directa, que se derivan del consumo o producción de un bien o servicio.
De este modo, suelen darse cuando una transacción entre dos partes afecta a terceros que no están directamente involucrados en ella.
A su vez, las externalidades pueden ser de dos tipos:
Para corregir las externalidades negativas, los gobiernos pueden acudir a medidas como la creación de impuestos, la concesión de subsidios o la aprobación de regulaciones que internalicen estos costos o beneficios (es decir, que hagan que esos efectos secundarios sean asumidos por quien los haya provocado).
En economía, se define a los bienes públicos como aquellos que reúnen estas tres características fundamentales:
Típicos ejemplos de este tipo de bienes son el alumbrado público, los parques públicos, los faros marítimos, la defensa nacional, etc.
Debido a estas características, los mercados privados no tienen incentivos para producir estos bienes de manera eficiente, ya que los individuos pueden beneficiarse de ellos «sin pagar».
En consecuencia, suele ser el Estado el que proporciona este tipo de bienes a través de la financiación pública.
En todas aquellas estructuras en las que no se cumplen los principios de competencia perfecta, se considera que existen fallos de mercado. Así, tenemos, por ejemplo:
Así, por ejemplo, en un monopolio, la empresa puede restringir artificialmente la producción y elevar los precios por encima de su nivel eficiente.
Para corregir este tipo de fallos de mercado, los gobiernos pueden establecer regulaciones de precios, crear y aplicar leyes antimonopolio para fomentar la competencia o procurar la entrada de nuevos competidores en sectores estratégicos.
La información asimétrica se da en aquellas situaciones en las que una de las partes en una transacción posee más información que la otra, lo que puede llevar a la toma de decisiones ineficientes o a la asunción de riesgos innecesarios.
Así, por ejemplo, quien tenga información privilegiada, podría aprovechar el desconocimiento de los demás agentes para fijar precios por encima del nivel de equilibrio.
Para abordar estos fallos de mercado, las Administraciones pueden aprobar regulaciones de transparencia o fomentar directamente la divulgación de información.
En los apartados anteriores, ya hemos visto varios ejemplos concretos de cómo se podrían corregir los fallos de mercado.
En esencia, todos ellos pueden reconducirse a las siguientes categorías principales:
Este tipo de medidas suelen defenderse desde posiciones de política económica relacionadas con el keynesianismo o neokeynesianismo. Por su parte, la escuela neoclásica y, especialmente, la Escuela Austríaca son mucho más reticentes a este tipo de intervenciones.
Desde esas posiciones, suele considerarse que los fallos de mercado casi siempre son temporales, y que el propio mercado acaba corrigiéndolos en cuanto los detecta.
En definitiva, los fallos de mercado pueden ocasionar fuertes desigualdades y perjuicios económicos, que, según algunos autores, no siempre son fáciles de abordar mediante la intervención pública. De hecho, esta también puede llegar a producir externalidades negativas en determinados supuestos.
En cualquier caso, se trata de un concepto clave dentro de la teoría económica, que es fuente continua de estudio desde todo tipo de posiciones ideológicas y académicas.
Rubén Vizcaíno Pena
28 Ene. 2025
7 min
Economía
Finanzas
¿Qué es el capital circulante?
En este artículo veremos qué son los fallos de mercado, qué tipos existen, cuáles son sus causas y cómo pueden corregirse.
De este modo, aunque en teoría económica (y con carácter general) se considera que los mercados son mecanismos eficientes para la asignación de recursos, la realidad no siempre avala esta afirmación.
Veamos por qué.
Como decíamos en la introducción, uno de los principales pilares en los que se basa la economía de mercado es el de la eficiencia de dicho mercado para asignar recursos (capital, mano de obra, etc.).
En este sentido, el propio juego de la oferta y la demanda y la libre competencia, unidas a la racionalidad intrínseca del ser humano, procuran que esos recursos se distribuyan de forma óptima, gracias a esa «mano invisible» de la que hablaba Adam Smith.
Sin embargo, hay situaciones en las que esto no se cumple, generándose ineficiencias o fallos que acaban perjudicando el bienestar de la sociedad.
Por tanto, podemos definir los fallos de mercados como aquellas situaciones en las que la asignación de bienes y servicios por parte del mercado es ineficiente, de modo que no se logra maximizar el bienestar social.
Es decir, en estos casos, aunque los individuos actúen de forma racional y busquen su propio interés según los principios del libre mercado, esto no lleva a un resultado racional y óptimo para el grupo.
De ahí que, en ocasiones, sea necesaria o conveniente la intervención del Estado para tratar de corregir dichas ineficiencias. Al menos, esto es lo que se defiende desde buena parte de la teoría económica. Sin embargo, líneas de pensamiento más próximas a la Escuela Austríaca, por ejemplo, se oponen a este tipo de soluciones.
En la literatura económica, suelen distinguirse los siguientes tipos de fallos de mercado:
En lenguaje coloquial, podríamos decir que las externalidades son los «efectos secundarios» o «daños colaterales» de la economía de mercado, aunque no siempre tienen una connotación negativa, como ahora veremos.
Así, de forma más precisa, definiríamos las externalidades como los resultados no buscados de forma directa, que se derivan del consumo o producción de un bien o servicio.
De este modo, suelen darse cuando una transacción entre dos partes afecta a terceros que no están directamente involucrados en ella.
A su vez, las externalidades pueden ser de dos tipos:
Para corregir las externalidades negativas, los gobiernos pueden acudir a medidas como la creación de impuestos, la concesión de subsidios o la aprobación de regulaciones que internalicen estos costos o beneficios (es decir, que hagan que esos efectos secundarios sean asumidos por quien los haya provocado).
En economía, se define a los bienes públicos como aquellos que reúnen estas tres características fundamentales:
Típicos ejemplos de este tipo de bienes son el alumbrado público, los parques públicos, los faros marítimos, la defensa nacional, etc.
Debido a estas características, los mercados privados no tienen incentivos para producir estos bienes de manera eficiente, ya que los individuos pueden beneficiarse de ellos «sin pagar».
En consecuencia, suele ser el Estado el que proporciona este tipo de bienes a través de la financiación pública.
En todas aquellas estructuras en las que no se cumplen los principios de competencia perfecta, se considera que existen fallos de mercado. Así, tenemos, por ejemplo:
Así, por ejemplo, en un monopolio, la empresa puede restringir artificialmente la producción y elevar los precios por encima de su nivel eficiente.
Para corregir este tipo de fallos de mercado, los gobiernos pueden establecer regulaciones de precios, crear y aplicar leyes antimonopolio para fomentar la competencia o procurar la entrada de nuevos competidores en sectores estratégicos.
La información asimétrica se da en aquellas situaciones en las que una de las partes en una transacción posee más información que la otra, lo que puede llevar a la toma de decisiones ineficientes o a la asunción de riesgos innecesarios.
Así, por ejemplo, quien tenga información privilegiada, podría aprovechar el desconocimiento de los demás agentes para fijar precios por encima del nivel de equilibrio.
Para abordar estos fallos de mercado, las Administraciones pueden aprobar regulaciones de transparencia o fomentar directamente la divulgación de información.
En los apartados anteriores, ya hemos visto varios ejemplos concretos de cómo se podrían corregir los fallos de mercado.
En esencia, todos ellos pueden reconducirse a las siguientes categorías principales:
Este tipo de medidas suelen defenderse desde posiciones de política económica relacionadas con el keynesianismo o neokeynesianismo. Por su parte, la escuela neoclásica y, especialmente, la Escuela Austríaca son mucho más reticentes a este tipo de intervenciones.
Desde esas posiciones, suele considerarse que los fallos de mercado casi siempre son temporales, y que el propio mercado acaba corrigiéndolos en cuanto los detecta.
En definitiva, los fallos de mercado pueden ocasionar fuertes desigualdades y perjuicios económicos, que, según algunos autores, no siempre son fáciles de abordar mediante la intervención pública. De hecho, esta también puede llegar a producir externalidades negativas en determinados supuestos.
En cualquier caso, se trata de un concepto clave dentro de la teoría económica, que es fuente continua de estudio desde todo tipo de posiciones ideológicas y académicas.
Rubén Vizcaíno Pena
21 Ene. 2025
7 min
Curso Finanzas
Finanzas
¿Qué es devengar?
En este artículo veremos qué son los fallos de mercado, qué tipos existen, cuáles son sus causas y cómo pueden corregirse.
De este modo, aunque en teoría económica (y con carácter general) se considera que los mercados son mecanismos eficientes para la asignación de recursos, la realidad no siempre avala esta afirmación.
Veamos por qué.
Como decíamos en la introducción, uno de los principales pilares en los que se basa la economía de mercado es el de la eficiencia de dicho mercado para asignar recursos (capital, mano de obra, etc.).
En este sentido, el propio juego de la oferta y la demanda y la libre competencia, unidas a la racionalidad intrínseca del ser humano, procuran que esos recursos se distribuyan de forma óptima, gracias a esa «mano invisible» de la que hablaba Adam Smith.
Sin embargo, hay situaciones en las que esto no se cumple, generándose ineficiencias o fallos que acaban perjudicando el bienestar de la sociedad.
Por tanto, podemos definir los fallos de mercados como aquellas situaciones en las que la asignación de bienes y servicios por parte del mercado es ineficiente, de modo que no se logra maximizar el bienestar social.
Es decir, en estos casos, aunque los individuos actúen de forma racional y busquen su propio interés según los principios del libre mercado, esto no lleva a un resultado racional y óptimo para el grupo.
De ahí que, en ocasiones, sea necesaria o conveniente la intervención del Estado para tratar de corregir dichas ineficiencias. Al menos, esto es lo que se defiende desde buena parte de la teoría económica. Sin embargo, líneas de pensamiento más próximas a la Escuela Austríaca, por ejemplo, se oponen a este tipo de soluciones.
En la literatura económica, suelen distinguirse los siguientes tipos de fallos de mercado:
En lenguaje coloquial, podríamos decir que las externalidades son los «efectos secundarios» o «daños colaterales» de la economía de mercado, aunque no siempre tienen una connotación negativa, como ahora veremos.
Así, de forma más precisa, definiríamos las externalidades como los resultados no buscados de forma directa, que se derivan del consumo o producción de un bien o servicio.
De este modo, suelen darse cuando una transacción entre dos partes afecta a terceros que no están directamente involucrados en ella.
A su vez, las externalidades pueden ser de dos tipos:
Para corregir las externalidades negativas, los gobiernos pueden acudir a medidas como la creación de impuestos, la concesión de subsidios o la aprobación de regulaciones que internalicen estos costos o beneficios (es decir, que hagan que esos efectos secundarios sean asumidos por quien los haya provocado).
En economía, se define a los bienes públicos como aquellos que reúnen estas tres características fundamentales:
Típicos ejemplos de este tipo de bienes son el alumbrado público, los parques públicos, los faros marítimos, la defensa nacional, etc.
Debido a estas características, los mercados privados no tienen incentivos para producir estos bienes de manera eficiente, ya que los individuos pueden beneficiarse de ellos «sin pagar».
En consecuencia, suele ser el Estado el que proporciona este tipo de bienes a través de la financiación pública.
En todas aquellas estructuras en las que no se cumplen los principios de competencia perfecta, se considera que existen fallos de mercado. Así, tenemos, por ejemplo:
Así, por ejemplo, en un monopolio, la empresa puede restringir artificialmente la producción y elevar los precios por encima de su nivel eficiente.
Para corregir este tipo de fallos de mercado, los gobiernos pueden establecer regulaciones de precios, crear y aplicar leyes antimonopolio para fomentar la competencia o procurar la entrada de nuevos competidores en sectores estratégicos.
La información asimétrica se da en aquellas situaciones en las que una de las partes en una transacción posee más información que la otra, lo que puede llevar a la toma de decisiones ineficientes o a la asunción de riesgos innecesarios.
Así, por ejemplo, quien tenga información privilegiada, podría aprovechar el desconocimiento de los demás agentes para fijar precios por encima del nivel de equilibrio.
Para abordar estos fallos de mercado, las Administraciones pueden aprobar regulaciones de transparencia o fomentar directamente la divulgación de información.
En los apartados anteriores, ya hemos visto varios ejemplos concretos de cómo se podrían corregir los fallos de mercado.
En esencia, todos ellos pueden reconducirse a las siguientes categorías principales:
Este tipo de medidas suelen defenderse desde posiciones de política económica relacionadas con el keynesianismo o neokeynesianismo. Por su parte, la escuela neoclásica y, especialmente, la Escuela Austríaca son mucho más reticentes a este tipo de intervenciones.
Desde esas posiciones, suele considerarse que los fallos de mercado casi siempre son temporales, y que el propio mercado acaba corrigiéndolos en cuanto los detecta.
En definitiva, los fallos de mercado pueden ocasionar fuertes desigualdades y perjuicios económicos, que, según algunos autores, no siempre son fáciles de abordar mediante la intervención pública. De hecho, esta también puede llegar a producir externalidades negativas en determinados supuestos.
En cualquier caso, se trata de un concepto clave dentro de la teoría económica, que es fuente continua de estudio desde todo tipo de posiciones ideológicas y académicas.
Rubén Vizcaíno Pena
14 Ene. 2025
7 min
Curso Finanzas
Finanzas
¿Qué se considera salud financiera?
En este artículo veremos qué son los fallos de mercado, qué tipos existen, cuáles son sus causas y cómo pueden corregirse.
De este modo, aunque en teoría económica (y con carácter general) se considera que los mercados son mecanismos eficientes para la asignación de recursos, la realidad no siempre avala esta afirmación.
Veamos por qué.
Como decíamos en la introducción, uno de los principales pilares en los que se basa la economía de mercado es el de la eficiencia de dicho mercado para asignar recursos (capital, mano de obra, etc.).
En este sentido, el propio juego de la oferta y la demanda y la libre competencia, unidas a la racionalidad intrínseca del ser humano, procuran que esos recursos se distribuyan de forma óptima, gracias a esa «mano invisible» de la que hablaba Adam Smith.
Sin embargo, hay situaciones en las que esto no se cumple, generándose ineficiencias o fallos que acaban perjudicando el bienestar de la sociedad.
Por tanto, podemos definir los fallos de mercados como aquellas situaciones en las que la asignación de bienes y servicios por parte del mercado es ineficiente, de modo que no se logra maximizar el bienestar social.
Es decir, en estos casos, aunque los individuos actúen de forma racional y busquen su propio interés según los principios del libre mercado, esto no lleva a un resultado racional y óptimo para el grupo.
De ahí que, en ocasiones, sea necesaria o conveniente la intervención del Estado para tratar de corregir dichas ineficiencias. Al menos, esto es lo que se defiende desde buena parte de la teoría económica. Sin embargo, líneas de pensamiento más próximas a la Escuela Austríaca, por ejemplo, se oponen a este tipo de soluciones.
En la literatura económica, suelen distinguirse los siguientes tipos de fallos de mercado:
En lenguaje coloquial, podríamos decir que las externalidades son los «efectos secundarios» o «daños colaterales» de la economía de mercado, aunque no siempre tienen una connotación negativa, como ahora veremos.
Así, de forma más precisa, definiríamos las externalidades como los resultados no buscados de forma directa, que se derivan del consumo o producción de un bien o servicio.
De este modo, suelen darse cuando una transacción entre dos partes afecta a terceros que no están directamente involucrados en ella.
A su vez, las externalidades pueden ser de dos tipos:
Para corregir las externalidades negativas, los gobiernos pueden acudir a medidas como la creación de impuestos, la concesión de subsidios o la aprobación de regulaciones que internalicen estos costos o beneficios (es decir, que hagan que esos efectos secundarios sean asumidos por quien los haya provocado).
En economía, se define a los bienes públicos como aquellos que reúnen estas tres características fundamentales:
Típicos ejemplos de este tipo de bienes son el alumbrado público, los parques públicos, los faros marítimos, la defensa nacional, etc.
Debido a estas características, los mercados privados no tienen incentivos para producir estos bienes de manera eficiente, ya que los individuos pueden beneficiarse de ellos «sin pagar».
En consecuencia, suele ser el Estado el que proporciona este tipo de bienes a través de la financiación pública.
En todas aquellas estructuras en las que no se cumplen los principios de competencia perfecta, se considera que existen fallos de mercado. Así, tenemos, por ejemplo:
Así, por ejemplo, en un monopolio, la empresa puede restringir artificialmente la producción y elevar los precios por encima de su nivel eficiente.
Para corregir este tipo de fallos de mercado, los gobiernos pueden establecer regulaciones de precios, crear y aplicar leyes antimonopolio para fomentar la competencia o procurar la entrada de nuevos competidores en sectores estratégicos.
La información asimétrica se da en aquellas situaciones en las que una de las partes en una transacción posee más información que la otra, lo que puede llevar a la toma de decisiones ineficientes o a la asunción de riesgos innecesarios.
Así, por ejemplo, quien tenga información privilegiada, podría aprovechar el desconocimiento de los demás agentes para fijar precios por encima del nivel de equilibrio.
Para abordar estos fallos de mercado, las Administraciones pueden aprobar regulaciones de transparencia o fomentar directamente la divulgación de información.
En los apartados anteriores, ya hemos visto varios ejemplos concretos de cómo se podrían corregir los fallos de mercado.
En esencia, todos ellos pueden reconducirse a las siguientes categorías principales:
Este tipo de medidas suelen defenderse desde posiciones de política económica relacionadas con el keynesianismo o neokeynesianismo. Por su parte, la escuela neoclásica y, especialmente, la Escuela Austríaca son mucho más reticentes a este tipo de intervenciones.
Desde esas posiciones, suele considerarse que los fallos de mercado casi siempre son temporales, y que el propio mercado acaba corrigiéndolos en cuanto los detecta.
En definitiva, los fallos de mercado pueden ocasionar fuertes desigualdades y perjuicios económicos, que, según algunos autores, no siempre son fáciles de abordar mediante la intervención pública. De hecho, esta también puede llegar a producir externalidades negativas en determinados supuestos.
En cualquier caso, se trata de un concepto clave dentro de la teoría económica, que es fuente continua de estudio desde todo tipo de posiciones ideológicas y académicas.
Rubén Vizcaíno Pena
9 Ene. 2025
7 min
Bolsa
Curso Finanzas
Finanzas
Banco Grameen: ¿qué es?
En este artículo veremos qué son los fallos de mercado, qué tipos existen, cuáles son sus causas y cómo pueden corregirse.
De este modo, aunque en teoría económica (y con carácter general) se considera que los mercados son mecanismos eficientes para la asignación de recursos, la realidad no siempre avala esta afirmación.
Veamos por qué.
Como decíamos en la introducción, uno de los principales pilares en los que se basa la economía de mercado es el de la eficiencia de dicho mercado para asignar recursos (capital, mano de obra, etc.).
En este sentido, el propio juego de la oferta y la demanda y la libre competencia, unidas a la racionalidad intrínseca del ser humano, procuran que esos recursos se distribuyan de forma óptima, gracias a esa «mano invisible» de la que hablaba Adam Smith.
Sin embargo, hay situaciones en las que esto no se cumple, generándose ineficiencias o fallos que acaban perjudicando el bienestar de la sociedad.
Por tanto, podemos definir los fallos de mercados como aquellas situaciones en las que la asignación de bienes y servicios por parte del mercado es ineficiente, de modo que no se logra maximizar el bienestar social.
Es decir, en estos casos, aunque los individuos actúen de forma racional y busquen su propio interés según los principios del libre mercado, esto no lleva a un resultado racional y óptimo para el grupo.
De ahí que, en ocasiones, sea necesaria o conveniente la intervención del Estado para tratar de corregir dichas ineficiencias. Al menos, esto es lo que se defiende desde buena parte de la teoría económica. Sin embargo, líneas de pensamiento más próximas a la Escuela Austríaca, por ejemplo, se oponen a este tipo de soluciones.
En la literatura económica, suelen distinguirse los siguientes tipos de fallos de mercado:
En lenguaje coloquial, podríamos decir que las externalidades son los «efectos secundarios» o «daños colaterales» de la economía de mercado, aunque no siempre tienen una connotación negativa, como ahora veremos.
Así, de forma más precisa, definiríamos las externalidades como los resultados no buscados de forma directa, que se derivan del consumo o producción de un bien o servicio.
De este modo, suelen darse cuando una transacción entre dos partes afecta a terceros que no están directamente involucrados en ella.
A su vez, las externalidades pueden ser de dos tipos:
Para corregir las externalidades negativas, los gobiernos pueden acudir a medidas como la creación de impuestos, la concesión de subsidios o la aprobación de regulaciones que internalicen estos costos o beneficios (es decir, que hagan que esos efectos secundarios sean asumidos por quien los haya provocado).
En economía, se define a los bienes públicos como aquellos que reúnen estas tres características fundamentales:
Típicos ejemplos de este tipo de bienes son el alumbrado público, los parques públicos, los faros marítimos, la defensa nacional, etc.
Debido a estas características, los mercados privados no tienen incentivos para producir estos bienes de manera eficiente, ya que los individuos pueden beneficiarse de ellos «sin pagar».
En consecuencia, suele ser el Estado el que proporciona este tipo de bienes a través de la financiación pública.
En todas aquellas estructuras en las que no se cumplen los principios de competencia perfecta, se considera que existen fallos de mercado. Así, tenemos, por ejemplo:
Así, por ejemplo, en un monopolio, la empresa puede restringir artificialmente la producción y elevar los precios por encima de su nivel eficiente.
Para corregir este tipo de fallos de mercado, los gobiernos pueden establecer regulaciones de precios, crear y aplicar leyes antimonopolio para fomentar la competencia o procurar la entrada de nuevos competidores en sectores estratégicos.
La información asimétrica se da en aquellas situaciones en las que una de las partes en una transacción posee más información que la otra, lo que puede llevar a la toma de decisiones ineficientes o a la asunción de riesgos innecesarios.
Así, por ejemplo, quien tenga información privilegiada, podría aprovechar el desconocimiento de los demás agentes para fijar precios por encima del nivel de equilibrio.
Para abordar estos fallos de mercado, las Administraciones pueden aprobar regulaciones de transparencia o fomentar directamente la divulgación de información.
En los apartados anteriores, ya hemos visto varios ejemplos concretos de cómo se podrían corregir los fallos de mercado.
En esencia, todos ellos pueden reconducirse a las siguientes categorías principales:
Este tipo de medidas suelen defenderse desde posiciones de política económica relacionadas con el keynesianismo o neokeynesianismo. Por su parte, la escuela neoclásica y, especialmente, la Escuela Austríaca son mucho más reticentes a este tipo de intervenciones.
Desde esas posiciones, suele considerarse que los fallos de mercado casi siempre son temporales, y que el propio mercado acaba corrigiéndolos en cuanto los detecta.
En definitiva, los fallos de mercado pueden ocasionar fuertes desigualdades y perjuicios económicos, que, según algunos autores, no siempre son fáciles de abordar mediante la intervención pública. De hecho, esta también puede llegar a producir externalidades negativas en determinados supuestos.
En cualquier caso, se trata de un concepto clave dentro de la teoría económica, que es fuente continua de estudio desde todo tipo de posiciones ideológicas y académicas.
Rubén Vizcaíno Pena
16 Dic. 2024
7 min
Curso Finanzas
Finanzas
¿Qué es un depósito a plazo?
En este artículo veremos qué son los fallos de mercado, qué tipos existen, cuáles son sus causas y cómo pueden corregirse.
De este modo, aunque en teoría económica (y con carácter general) se considera que los mercados son mecanismos eficientes para la asignación de recursos, la realidad no siempre avala esta afirmación.
Veamos por qué.
Como decíamos en la introducción, uno de los principales pilares en los que se basa la economía de mercado es el de la eficiencia de dicho mercado para asignar recursos (capital, mano de obra, etc.).
En este sentido, el propio juego de la oferta y la demanda y la libre competencia, unidas a la racionalidad intrínseca del ser humano, procuran que esos recursos se distribuyan de forma óptima, gracias a esa «mano invisible» de la que hablaba Adam Smith.
Sin embargo, hay situaciones en las que esto no se cumple, generándose ineficiencias o fallos que acaban perjudicando el bienestar de la sociedad.
Por tanto, podemos definir los fallos de mercados como aquellas situaciones en las que la asignación de bienes y servicios por parte del mercado es ineficiente, de modo que no se logra maximizar el bienestar social.
Es decir, en estos casos, aunque los individuos actúen de forma racional y busquen su propio interés según los principios del libre mercado, esto no lleva a un resultado racional y óptimo para el grupo.
De ahí que, en ocasiones, sea necesaria o conveniente la intervención del Estado para tratar de corregir dichas ineficiencias. Al menos, esto es lo que se defiende desde buena parte de la teoría económica. Sin embargo, líneas de pensamiento más próximas a la Escuela Austríaca, por ejemplo, se oponen a este tipo de soluciones.
En la literatura económica, suelen distinguirse los siguientes tipos de fallos de mercado:
En lenguaje coloquial, podríamos decir que las externalidades son los «efectos secundarios» o «daños colaterales» de la economía de mercado, aunque no siempre tienen una connotación negativa, como ahora veremos.
Así, de forma más precisa, definiríamos las externalidades como los resultados no buscados de forma directa, que se derivan del consumo o producción de un bien o servicio.
De este modo, suelen darse cuando una transacción entre dos partes afecta a terceros que no están directamente involucrados en ella.
A su vez, las externalidades pueden ser de dos tipos:
Para corregir las externalidades negativas, los gobiernos pueden acudir a medidas como la creación de impuestos, la concesión de subsidios o la aprobación de regulaciones que internalicen estos costos o beneficios (es decir, que hagan que esos efectos secundarios sean asumidos por quien los haya provocado).
En economía, se define a los bienes públicos como aquellos que reúnen estas tres características fundamentales:
Típicos ejemplos de este tipo de bienes son el alumbrado público, los parques públicos, los faros marítimos, la defensa nacional, etc.
Debido a estas características, los mercados privados no tienen incentivos para producir estos bienes de manera eficiente, ya que los individuos pueden beneficiarse de ellos «sin pagar».
En consecuencia, suele ser el Estado el que proporciona este tipo de bienes a través de la financiación pública.
En todas aquellas estructuras en las que no se cumplen los principios de competencia perfecta, se considera que existen fallos de mercado. Así, tenemos, por ejemplo:
Así, por ejemplo, en un monopolio, la empresa puede restringir artificialmente la producción y elevar los precios por encima de su nivel eficiente.
Para corregir este tipo de fallos de mercado, los gobiernos pueden establecer regulaciones de precios, crear y aplicar leyes antimonopolio para fomentar la competencia o procurar la entrada de nuevos competidores en sectores estratégicos.
La información asimétrica se da en aquellas situaciones en las que una de las partes en una transacción posee más información que la otra, lo que puede llevar a la toma de decisiones ineficientes o a la asunción de riesgos innecesarios.
Así, por ejemplo, quien tenga información privilegiada, podría aprovechar el desconocimiento de los demás agentes para fijar precios por encima del nivel de equilibrio.
Para abordar estos fallos de mercado, las Administraciones pueden aprobar regulaciones de transparencia o fomentar directamente la divulgación de información.
En los apartados anteriores, ya hemos visto varios ejemplos concretos de cómo se podrían corregir los fallos de mercado.
En esencia, todos ellos pueden reconducirse a las siguientes categorías principales:
Este tipo de medidas suelen defenderse desde posiciones de política económica relacionadas con el keynesianismo o neokeynesianismo. Por su parte, la escuela neoclásica y, especialmente, la Escuela Austríaca son mucho más reticentes a este tipo de intervenciones.
Desde esas posiciones, suele considerarse que los fallos de mercado casi siempre son temporales, y que el propio mercado acaba corrigiéndolos en cuanto los detecta.
En definitiva, los fallos de mercado pueden ocasionar fuertes desigualdades y perjuicios económicos, que, según algunos autores, no siempre son fáciles de abordar mediante la intervención pública. De hecho, esta también puede llegar a producir externalidades negativas en determinados supuestos.
En cualquier caso, se trata de un concepto clave dentro de la teoría económica, que es fuente continua de estudio desde todo tipo de posiciones ideológicas y académicas.
Rubén Vizcaíno Pena
9 Dic. 2024
7 min
Economía
Finanzas
¿Cuál fue la primera moneda del mundo?
En este artículo veremos qué son los fallos de mercado, qué tipos existen, cuáles son sus causas y cómo pueden corregirse.
De este modo, aunque en teoría económica (y con carácter general) se considera que los mercados son mecanismos eficientes para la asignación de recursos, la realidad no siempre avala esta afirmación.
Veamos por qué.
Como decíamos en la introducción, uno de los principales pilares en los que se basa la economía de mercado es el de la eficiencia de dicho mercado para asignar recursos (capital, mano de obra, etc.).
En este sentido, el propio juego de la oferta y la demanda y la libre competencia, unidas a la racionalidad intrínseca del ser humano, procuran que esos recursos se distribuyan de forma óptima, gracias a esa «mano invisible» de la que hablaba Adam Smith.
Sin embargo, hay situaciones en las que esto no se cumple, generándose ineficiencias o fallos que acaban perjudicando el bienestar de la sociedad.
Por tanto, podemos definir los fallos de mercados como aquellas situaciones en las que la asignación de bienes y servicios por parte del mercado es ineficiente, de modo que no se logra maximizar el bienestar social.
Es decir, en estos casos, aunque los individuos actúen de forma racional y busquen su propio interés según los principios del libre mercado, esto no lleva a un resultado racional y óptimo para el grupo.
De ahí que, en ocasiones, sea necesaria o conveniente la intervención del Estado para tratar de corregir dichas ineficiencias. Al menos, esto es lo que se defiende desde buena parte de la teoría económica. Sin embargo, líneas de pensamiento más próximas a la Escuela Austríaca, por ejemplo, se oponen a este tipo de soluciones.
En la literatura económica, suelen distinguirse los siguientes tipos de fallos de mercado:
En lenguaje coloquial, podríamos decir que las externalidades son los «efectos secundarios» o «daños colaterales» de la economía de mercado, aunque no siempre tienen una connotación negativa, como ahora veremos.
Así, de forma más precisa, definiríamos las externalidades como los resultados no buscados de forma directa, que se derivan del consumo o producción de un bien o servicio.
De este modo, suelen darse cuando una transacción entre dos partes afecta a terceros que no están directamente involucrados en ella.
A su vez, las externalidades pueden ser de dos tipos:
Para corregir las externalidades negativas, los gobiernos pueden acudir a medidas como la creación de impuestos, la concesión de subsidios o la aprobación de regulaciones que internalicen estos costos o beneficios (es decir, que hagan que esos efectos secundarios sean asumidos por quien los haya provocado).
En economía, se define a los bienes públicos como aquellos que reúnen estas tres características fundamentales:
Típicos ejemplos de este tipo de bienes son el alumbrado público, los parques públicos, los faros marítimos, la defensa nacional, etc.
Debido a estas características, los mercados privados no tienen incentivos para producir estos bienes de manera eficiente, ya que los individuos pueden beneficiarse de ellos «sin pagar».
En consecuencia, suele ser el Estado el que proporciona este tipo de bienes a través de la financiación pública.
En todas aquellas estructuras en las que no se cumplen los principios de competencia perfecta, se considera que existen fallos de mercado. Así, tenemos, por ejemplo:
Así, por ejemplo, en un monopolio, la empresa puede restringir artificialmente la producción y elevar los precios por encima de su nivel eficiente.
Para corregir este tipo de fallos de mercado, los gobiernos pueden establecer regulaciones de precios, crear y aplicar leyes antimonopolio para fomentar la competencia o procurar la entrada de nuevos competidores en sectores estratégicos.
La información asimétrica se da en aquellas situaciones en las que una de las partes en una transacción posee más información que la otra, lo que puede llevar a la toma de decisiones ineficientes o a la asunción de riesgos innecesarios.
Así, por ejemplo, quien tenga información privilegiada, podría aprovechar el desconocimiento de los demás agentes para fijar precios por encima del nivel de equilibrio.
Para abordar estos fallos de mercado, las Administraciones pueden aprobar regulaciones de transparencia o fomentar directamente la divulgación de información.
En los apartados anteriores, ya hemos visto varios ejemplos concretos de cómo se podrían corregir los fallos de mercado.
En esencia, todos ellos pueden reconducirse a las siguientes categorías principales:
Este tipo de medidas suelen defenderse desde posiciones de política económica relacionadas con el keynesianismo o neokeynesianismo. Por su parte, la escuela neoclásica y, especialmente, la Escuela Austríaca son mucho más reticentes a este tipo de intervenciones.
Desde esas posiciones, suele considerarse que los fallos de mercado casi siempre son temporales, y que el propio mercado acaba corrigiéndolos en cuanto los detecta.
En definitiva, los fallos de mercado pueden ocasionar fuertes desigualdades y perjuicios económicos, que, según algunos autores, no siempre son fáciles de abordar mediante la intervención pública. De hecho, esta también puede llegar a producir externalidades negativas en determinados supuestos.
En cualquier caso, se trata de un concepto clave dentro de la teoría económica, que es fuente continua de estudio desde todo tipo de posiciones ideológicas y académicas.
Rubén Vizcaíno Pena
2 Dic. 2024
7 min
Finanzas
Tipos de riesgos financieros: ¡descúbrelos!
En este artículo veremos qué son los fallos de mercado, qué tipos existen, cuáles son sus causas y cómo pueden corregirse.
De este modo, aunque en teoría económica (y con carácter general) se considera que los mercados son mecanismos eficientes para la asignación de recursos, la realidad no siempre avala esta afirmación.
Veamos por qué.
Como decíamos en la introducción, uno de los principales pilares en los que se basa la economía de mercado es el de la eficiencia de dicho mercado para asignar recursos (capital, mano de obra, etc.).
En este sentido, el propio juego de la oferta y la demanda y la libre competencia, unidas a la racionalidad intrínseca del ser humano, procuran que esos recursos se distribuyan de forma óptima, gracias a esa «mano invisible» de la que hablaba Adam Smith.
Sin embargo, hay situaciones en las que esto no se cumple, generándose ineficiencias o fallos que acaban perjudicando el bienestar de la sociedad.
Por tanto, podemos definir los fallos de mercados como aquellas situaciones en las que la asignación de bienes y servicios por parte del mercado es ineficiente, de modo que no se logra maximizar el bienestar social.
Es decir, en estos casos, aunque los individuos actúen de forma racional y busquen su propio interés según los principios del libre mercado, esto no lleva a un resultado racional y óptimo para el grupo.
De ahí que, en ocasiones, sea necesaria o conveniente la intervención del Estado para tratar de corregir dichas ineficiencias. Al menos, esto es lo que se defiende desde buena parte de la teoría económica. Sin embargo, líneas de pensamiento más próximas a la Escuela Austríaca, por ejemplo, se oponen a este tipo de soluciones.
En la literatura económica, suelen distinguirse los siguientes tipos de fallos de mercado:
En lenguaje coloquial, podríamos decir que las externalidades son los «efectos secundarios» o «daños colaterales» de la economía de mercado, aunque no siempre tienen una connotación negativa, como ahora veremos.
Así, de forma más precisa, definiríamos las externalidades como los resultados no buscados de forma directa, que se derivan del consumo o producción de un bien o servicio.
De este modo, suelen darse cuando una transacción entre dos partes afecta a terceros que no están directamente involucrados en ella.
A su vez, las externalidades pueden ser de dos tipos:
Para corregir las externalidades negativas, los gobiernos pueden acudir a medidas como la creación de impuestos, la concesión de subsidios o la aprobación de regulaciones que internalicen estos costos o beneficios (es decir, que hagan que esos efectos secundarios sean asumidos por quien los haya provocado).
En economía, se define a los bienes públicos como aquellos que reúnen estas tres características fundamentales:
Típicos ejemplos de este tipo de bienes son el alumbrado público, los parques públicos, los faros marítimos, la defensa nacional, etc.
Debido a estas características, los mercados privados no tienen incentivos para producir estos bienes de manera eficiente, ya que los individuos pueden beneficiarse de ellos «sin pagar».
En consecuencia, suele ser el Estado el que proporciona este tipo de bienes a través de la financiación pública.
En todas aquellas estructuras en las que no se cumplen los principios de competencia perfecta, se considera que existen fallos de mercado. Así, tenemos, por ejemplo:
Así, por ejemplo, en un monopolio, la empresa puede restringir artificialmente la producción y elevar los precios por encima de su nivel eficiente.
Para corregir este tipo de fallos de mercado, los gobiernos pueden establecer regulaciones de precios, crear y aplicar leyes antimonopolio para fomentar la competencia o procurar la entrada de nuevos competidores en sectores estratégicos.
La información asimétrica se da en aquellas situaciones en las que una de las partes en una transacción posee más información que la otra, lo que puede llevar a la toma de decisiones ineficientes o a la asunción de riesgos innecesarios.
Así, por ejemplo, quien tenga información privilegiada, podría aprovechar el desconocimiento de los demás agentes para fijar precios por encima del nivel de equilibrio.
Para abordar estos fallos de mercado, las Administraciones pueden aprobar regulaciones de transparencia o fomentar directamente la divulgación de información.
En los apartados anteriores, ya hemos visto varios ejemplos concretos de cómo se podrían corregir los fallos de mercado.
En esencia, todos ellos pueden reconducirse a las siguientes categorías principales:
Este tipo de medidas suelen defenderse desde posiciones de política económica relacionadas con el keynesianismo o neokeynesianismo. Por su parte, la escuela neoclásica y, especialmente, la Escuela Austríaca son mucho más reticentes a este tipo de intervenciones.
Desde esas posiciones, suele considerarse que los fallos de mercado casi siempre son temporales, y que el propio mercado acaba corrigiéndolos en cuanto los detecta.
En definitiva, los fallos de mercado pueden ocasionar fuertes desigualdades y perjuicios económicos, que, según algunos autores, no siempre son fáciles de abordar mediante la intervención pública. De hecho, esta también puede llegar a producir externalidades negativas en determinados supuestos.
En cualquier caso, se trata de un concepto clave dentro de la teoría económica, que es fuente continua de estudio desde todo tipo de posiciones ideológicas y académicas.
Rubén Vizcaíno Pena
29 Nov. 2024
7 min
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