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Value Investing
En este artículo definiremos qué es la balanza de pagos, cómo se elabora y cuál es su estructura formal.
A partir de esta información, te resultará muy fácil comprender cuál es la diferencia entre balanza comercial y balanza de pagos, y cómo se define cada uno de sus componentes.
Empecemos por una definición básica del concepto.
La balanza de pagos es un indicador económico y documento contable que registra todas las transacciones, ya sean reales o financieras, que un país realiza con el resto del mundo (importaciones y exportaciones), durante un período de tiempo determinado.
Lo más habitual es que se refieran a un año natural.
En nuestro país, el organismo encargado de elaborar la balanza de pagos es el Banco de España.
La diferencia entre balanza comercial y balanza de pagos reside en que la primera es un componente de la segunda.
Así, dentro de la estructura de la balanza de pagos, se distingue entre operaciones corrientes y de capital. De este modo, la balanza comercial se integra dentro de la parte de operaciones corrientes.
Para verlo con mayor claridad, vamos a analizar en detalle todos los componentes en los que se estructura la balanza de pagos de cualquier país.
Como decíamos, la balanza de pagos se divide en dos grandes bloques, integrados por varios componentes distintos:
Analicemos más en detalle cada uno de estos componentes:
Es el componente clave de la balanza de pagos por cuenta corriente, y recoge la diferencia entre el valor de las exportaciones de bienes y el valor de las importaciones de los mismos durante un período de tiempo determinado.
Por tanto, refleja numéricamente el valor de los intercambios comerciales de un país con el resto del mundo.
El resultado de la balanza comercial puede ser de tres tipos:
Como es lógico, las situaciones habituales son las de déficit o superávit, siendo difícil que se dé una situación de equilibrio perfecto.
La balanza de servicios refleja los ingresos por servicios prestados por residentes a no residentes, así como los pagos por los servicios recibidos.
Como en el caso anterior, puede resultar en déficit, superávit o equilibrio.
La balanza de rentas refleja los ingresos y pagos registrados en un país, en concepto de intereses, dividendos o beneficios generados por los factores de producción (trabajo y capital).
Es importante tener claro que solo se integran en la balanza de rentas los pagos e ingresos, es decir, la remuneración del capital empleado, pero nunca la entrada o salida del capital en sí. Este se reflejaría siempre en la balanza de capital, nunca en la de cuenta corriente.
Este último componente de la balanza de cuenta corriente recoge las transacciones con el exterior que no implican contrapartida, tanto de entrada como de salida.
Así, se incluyen aquí dos tipos de transferencias:
En la práctica, no siempre es fácil determinar si ciertas transferencias deben integrarse en la balanza por cuenta corriente o en la de capital.
Pasamos ahora a analizar los tres componentes que integran la balanza de capital, dentro de la balanza de pagos de cualquier país, empezando por la llamada «cuenta de capital»:
La cuenta de capital recoge el cambio en los activos del país en el extranjero y de los activos extranjeros en dicho país, que no se refieran a los activos de reserva oficial.
De este modo, de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), la cuenta de capital recoge:
La cuenta financiera es un componente de la balanza de capital que refleja la adquisición y disposición netas de activos y pasivos financieros.
De este modo, de acuerdo con los manuales del FMI, se incluyen aquí los siguientes elementos:
Efectivamente, el último componente de la cuenta de capital (y de la balanza de pagos en su conjunto) es la llamada «variación de reservas».
Aquí se registran las variaciones producidas en el período en relación con activos como el oro, las posiciones de reserva en el FMI, los derechos especiales de giro, las divisas convertibles, etc.
Con este último componente se cierra la balanza de capital, dentro del conjunto de la balanza de pagos.
En definitiva, una vez analizado qué es la balanza de pagos y cuáles son sus componentes, resulta muy clara la diferencia que existe entre balanza comercial y balanza de pagos, siendo la primera una parte integrante de la segunda.
Como puedes ver, se trata de un indicador macroeconómico clave para analizar la situación económico-financiera de cualquier país en relación con el resto del mundo.
Rubén Vizcaíno Pena
19 Sep. 2024
7 min
Finanzas
Qué son los tipos de cambio y cómo funcionan
En este artículo veremos qué son los tipos de cambio, cuáles son los pares de divisas más negociados y cómo se puede ganar dinero invirtiendo en este sector.
Sin duda, es uno de los mercados más dinámicos que existen, pero conlleva un elevado nivel de riesgo si no se maneja de forma adecuada.
Sigue leyendo para conocer todos los detalles.
Básicamente, los tipos de cambio expresan la relación de valor que existe entre dos divisas distintas o, dicho de otro modo, la tasa a la que una moneda puede cambiarse por otra.
Es decir, el tipo de cambio nos indica cuántas unidades de una divisa necesitamos para obtener una unidad de la otra.
Así, por ejemplo, si decimos que el EUR/USD (euro vs. dólar estadounidense) cotiza a 1,10, esto quiere decir que cada euro equivale a 1,10 $.
Estas cotizaciones dependen de innumerables factores, pero fundamentalmente se mueven de acuerdo con la demanda de cada divisa que exista en el mercado y, en último término, en función de la fortaleza económica y política del país en cuestión.
Por otra parte, hay ciertas divisas que son auténticos «valores refugio», en los que confían muchos inversores para preservar su capital en épocas de crisis. El franco suizo (CHF) es un ejemplo clásico.
Existen innumerables páginas de información financiera en las que puedes consultar la evolución de los tipos de cambio prácticamente en tiempo real.
Por supuesto, también hay muchos brókeres online (especializados o no en FOREX, que es el mercado de divisas) que te facilitan información acerca de la variación de los tipos de cambio, al menos en los pares de divisas más conocidos.
Esencialmente, existen dos clases diferentes de tipos de cambio:
En la práctica, los bancos centrales utilizan los tipos de interés como herramienta de política monetaria, sin incidir directamente en los tipos de cambio, que pueden ser flexibles y determinarse mediante su libre negociación en los mercados de divisas.
Dentro de la gran variedad de divisas que existen en el mundo, hay algunas que tienen una relevancia muy superior a las demás.
Así, a nadie se le escapa que monedas como el dólar estadounidense, el euro, la libra esterlina, el franco suizo, el yen o el yuan pueden marcar la agenda económica y abren noticiarios cuando se produce algún movimiento excepcional.
En este sentido, lo mismo sucede con los llamados «pares de divisas».
Los más importantes y negociados en el mercado (que se conocen como «pares mayores») son principalmente los que implican al dólar estadounidense y otra divisa principal, como por ejemplo:
Otros pares que incluyen a divisas principales, pero no al dólar estadounidense, se suelen denominar «pares menores». Por ejemplo, el EUR/CHF.
Si la relación se fija entre una moneda importante y otra de países emergentes o secundarios, se utiliza el término «pares exóticos». Por ejemplo, el EUR/SEK (euro vs. corona sueca).
En un artículo acerca de los tipos de cambio, no puede faltar, al menos, una breve referencia a las criptomonedas, tan en auge durante los últimos años.
En estos casos, la cotización de dichas criptodivisas respecto de las monedas fiat tradicionales se establece mediante el juego de oferta y demanda en los mercados, que se desarrolla fundamentalmente a través de los denominados exchanges.
Como sabes, la cotización de las criptomonedas está sometida a una elevadísima volatilidad, incluso dentro de las monedas más asentadas (como pueden ser el bitcoin o el ether). En el caso de las divisas digitales menos conocidas (y no digamos en las virales memecoins), las oscilaciones pueden ser exageradamente amplias en cuestión de horas o, incluso, minutos.
De ahí que sea imprescindible tener un cierto conocimiento del mercado, diversificar y elegir bien los proyectos en los que se va a invertir.
Aunque no en igual medida, estas mismas precauciones deben aplicarse al mercado de divisas tradicionales, conocido como FOREX.
Efectivamente, el FOREX es el mercado global de divisas en el que se negocian todas las monedas del mundo, y que está operativo 24 horas al día, 5 días a la semana.
Al tener un elevado volumen de negociación, total liquidez y gran volatilidad, es muy utilizado por aquellos inversores más interesados en el trading a corto plazo.
Además, estos efectos se multiplican por el uso del apalancamiento, que es habitual en FOREX. Como sabes, se trata de invertir con fondos prestados, de modo que solo tienes que aportar un pequeño porcentaje de la operación a modo de garantía.
Así, por ejemplo, si utilizas un apalancamiento 10X, podrías realizar operaciones de compraventa de divisas por un valor de 100.000 €, aportando únicamente 10.000 € de tus fondos. De este modo, estarás multiplicando por 10 el efecto de cualquier movimiento del mercado (al alza o a la baja).
Todos estos factores implican que el FOREX sea uno de los mercados más arriesgados para los inversores, especialmente para los escasamente experimentados en inversiones tan volátiles.
A la vista de todo lo anterior, es evidente que la inversión en divisas y el «juego» con las variaciones de tipos de cambio no es algo adecuado para todo el mundo.
Por tanto, antes de empezar a invertir en FOREX, asegúrate de tener en cuenta los siguientes aspectos:
Ahora que ya sabes qué son los tipos de cambio, cómo funciona el mercado de divisas y qué deberías tener en cuenta antes de invertir, seguro que puedes abordar este tipo de estrategias con mayores garantías.
En cualquier caso, siempre es recomendable extremar las precauciones y «no poner todos los huevos en la misma cesta».
Rubén Vizcaíno Pena
16 Sep. 2024
6 min
Economía
Índice de Confianza del Consumidor: ¿en qué consiste?
En este artículo veremos qué es el llamado Índice de Confianza del Consumidor, cómo se elabora en la práctica y para qué se utiliza.
Sin duda, se trata de uno de los indicadores estadísticos más utilizados para tratar de medir el «pulso» económico de una sociedad en un momento dado.
En cualquier caso, y como es habitual con este tipo de magnitudes, no deja de ser una aproximación estimativa a un sentimiento subjetivo difícil de traducir a números.
El Índice de Confianza del Consumidor es un indicador económico que intenta reflejar las percepciones, expectativas y sentimientos de los consumidores acerca de la situación económica de un lugar en un momento dado.
La finalidad de esta magnitud es tratar de interpretar y predecir la evolución del consumo e inversión privados en un país, así como la situación del empleo y de la economía en su conjunto.
Por tanto, se trata de un estudio que se basa en opiniones subjetivas, a través de las percepciones de cada persona encuestada.
Como es lógico, estas percepciones subjetivas tienen consecuencias prácticas para la economía del país, ya que condicionan aspectos como los siguientes:
Por tanto, cuando se agrega toda esta información a nivel nacional, se puede construir un excelente indicador para anticipar cambios de tendencia, evaluar con más precisión la fase del ciclo económico en la que nos encontramos en un momento dado, etc.
Esto ayuda a los Estados a diseñar políticas públicas más eficaces y a las empresas a adecuar sus estrategias de producción, márketing y distribución a próximos cambios de tendencias.
Existen diversos organismos y entidades (tanto públicas como privadas) que se dedican a elaborar indicadores de este tipo, aunque con ciertas diferencias metodológicas o de cálculo estadístico.
Así, algunos de los más ICC conocidos en el mundo son los que elaboran los siguientes organismos:
En España, desde el año 2011, es el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) el encargado de elaborar y publicar los datos del Índice de Confianza del Consumidor (ICC). Anteriormente, esta tarea correspondía al Instituto de Crédito Oficial (ICO).
En el caso del CIS, la elaboración del Índice de Confianza del Consumidor se realiza mediante una encuesta telefónica de periodicidad mensual (salvo agosto), sobre una muestra que se considera representativa a efectos estadísticos.
De este modo, tal y como se indica en las normas metodológicas del CIS, en cada edición se entrevista, mediante un cuestionario estandarizado, a una muestra de 3.000 individuos mayores de 16 años representativos del conjunto de la sociedad española.
El Índice de Confianza del Consumidor está compuesto por dos índices parciales:
Para calcular ambos índices parciales, el Centro de Investigaciones Sociológicas utiliza una batería de preguntas estandarizadas cuyas respuestas se valoran y ponderan de acuerdo con una serie de normas de cálculo estadístico que pueden consultarse en la web oficial de este organismo.
Veamos cuáles son los principales aspectos sobre los que se realiza el cuestionario:
De acuerdo con la metodología del CIS, para elaborar el Índice de Confianza del Consumidor, se realizan preguntas a los encuestados acerca de las siguientes cuestiones:
Además, se realiza también una serie de preguntas socio demográficas para conocer aspectos como la edad y sexo de las personas encuestadas, su nivel de estudios, la composición del hogar, su situación laboral, el nivel de ingresos del hogar, información sobre participación electoral, régimen de tenencia de la vivienda habitual, etc.
Tras la aplicación de los cálculos y ponderaciones que indica la normativa del CIS, se obtiene una cifra de Índice de Confianza del Consumidor que sitúa su punto de equilibrio en 100.
Tal y como se señala desde la web metodológica del CIS:
La información que publica el CIS cada mes recoge no solo los resultados del ICC del mes en curso, sino su evolución mes a mes desde el año anterior, distinguiendo entre los dos subíndices que hemos mencionado antes.
Aquí puedes consultar los datos históricos del ICC en España hasta el momento actual.
En definitiva, el Índice de Confianza del Consumidor nos ofrece una información valiosísima desde el punto de vista socioeconómico, tanto para el sector público como para el sector privado.
Lógicamente, no es un indicador infalible, pero se trata de una herramienta de enorme utilidad práctica, sobre todo cuando se observa su evolución a lo largo de una línea temporal, en correlación con otro tipo de indicadores macroeconómicos más convencionales.
Rubén Vizcaíno Pena
16 Sep. 2024
8 min
Economía
¿Cuáles son los ciclos económicos en España?
En este artículo analizaremos la evolución de los ciclos económicos en España desde los años 60 hasta la actualidad.
Sin duda, es un viaje tan apasionante como revelador de las debilidades internas de nuestra economía.
Denominamos ciclos económicos a la sucesión de fases expansivas y recesivas que atraviesa la economía de un país o región, de forma recurrente.
De este modo, aunque distintos autores puedan disentir en lo que se refiere a la duración de los ciclos, el número de fases que los integran, sus características propias y las medidas que se deberían aplicar para afrontarlas, todos coinciden en señalar el comportamiento cíclico de la economía.
Así, las principales fases que integran los ciclos económicos son las siguientes:
De todos modos, algunas de estas fases podrían dividirse en subfases específicas, según los criterios que se tengan en cuenta.
Entrando ya de lleno a analizar la evolución de los ciclos económicos en España, nos encontramos con las siguientes etapas, partiendo de los años 60 del siglo XX:
Esta etapa, que algunos autores extienden hasta el año 1975, se caracteriza por una fuerte expansión económica de un país que venía del aislamiento y la autarquía propias de las primeras etapas del franquismo.
Así, con el Plan de Estabilización y Ordenación Económica de 1959, se empiezan a adoptar tímidas políticas liberalizadoras, que tratan de moderar el fuerte intervencionismo de épocas anteriores.
Por ejemplo, en el año 1963, se produjo la adhesión de España al GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio).
El éxodo del campo a la ciudad, la industrialización y la emigración a otros países europeos se ven acompañadas de una fuerte devaluación de la peseta, que también aumenta el atractivo de España de cara al turismo de masas.
Esto se refleja en un aumento del Producto Interior Bruto (PIB) durante estos 10 años que nunca más ha vuelto a repetirse, alcanzando una tasa de crecimiento del 110%.
A principios de la década de los años 70, esta fase expansiva comienza a dar síntomas de agotamiento.
La década comienza con una incipiente desaceleración económica, que empieza a vislumbrarse en indicadores como una elevada tasa de inflación, conflictividad laboral y otros desequilibrios.
Con las primeras elecciones democráticas después de la dictadura (1977), comienza una transición política convulsa, que se enmarca en un contexto económico internacional marcado por la crisis del petróleo y una galopante inflación (que llegó a situarse en el 44%).
En este contexto, los beneficios empresariales se encuentran en caída libre, con el inevitable impacto sobre las cifras de desempleo y demás indicadores económicos.
En ese mismo año de 1977, los llamados «Pactos de la Moncloa» recogen una serie de medidas que tratan de incidir en las políticas monetaria y presupuestaria, para hacer frente a la inflación y abordar la difícil situación del mercado de trabajo.
El fin de la crisis del petróleo y la moderación de las tasas de inflación coinciden con el inicio de las negociaciones para la adhesión de España a la entonces llamada «Comunidad Económica Europea» (CEE), que finalmente sería efectiva en el año 1986.
Durante esta etapa, la economía llegó a crecer a un ritmo del 6% anual, mejorando todos los indicadores, al tiempo que se iban eliminando los aranceles anteriormente vigentes.
Esta nueva expansión económica nos deja cifras muy significativas:
Sin embargo, al inicio de la década de los 90, y especialmente a partir de 1992, empezaron a hacerse palpables los primeros síntomas de un cambio de fase en el ciclo económico español.
En un contexto de crisis económica internacional, los desequilibrios de la economía española se hicieron más patentes, desacelerándose las tasas de crecimiento y registrándose tasas de paro cercanas al 25%.
La devaluación de la peseta, al final de esta fase del ciclo económico español, ayudaría a iniciar la recuperación.
Durante esta etapa, y a raíz del Tratado de Maastricht, se consolida la plena integración comercial de los socios europeos y, de forma progresiva, se va implementando la integración financiera que culminaría con la llegada del euro.
Los ajustes obligados por esta integración contribuyeron al crecimiento económico de España, así como a una radical bajada de la tasa de paro, que pasaría de casi un 23% al inicio del período a poco más del 8% en 2008.
También la inflación en España bajaría desde el 10% a algo más del 3% en ciertos momentos de este período.
Curiosamente, no se logra el mismo éxito en la mejora de la productividad, que seguiría estancada en cifras poco acordes con el nivel de desarrollo alcanzado.
Como es de sobra conocido, el año 2008 marcará un punto de inflexión, con la crisis financiera mundial que hizo tambalearse a la economía hasta sus cimientos.
En España, la crisis financiera de 2008 tuvo un impacto casi inmediato en el empleo, produciéndose un rápido aumento de las cifras de paro.
También el PIB registró una caída del 3,8% en 2009, algo inédito durante muchos años.
La crisis de la deuda pública, el aumento de la prima del riesgo y del déficit público, la explosión de la burbuja inmobiliaria, así como los sacrificios y ajustes necesarios para afrontar dichos problemas, completan el complejo panorama de esta etapa.
Ya durante 2013 se empieza a vislumbrar el inicio de la recuperación, desacelerándose las tendencias negativas.
La devaluación interna vía salarios ayudó en el proceso de salida de la crisis, dado que la política monetaria común imposibilitaba incidir en los tipos de cambio.
Aunque logran recuperarse ciertos niveles anteriores a la crisis de 2008, no se produce una expansión propiamente dicha, que en todo caso queda truncada por la pandemia de covid que se desató en 2020.
La etapa actual, una vez superada la crisis sanitaria, nos pone ante nuevos retos, tanto en el plano económico, como en el laboral, tecnológico, migratorio y climático, entre otros.
Aunque no podemos anticipar qué nos depararán los próximos años, es evidente que la sucesión de ciclos económicos en España seguirá encadenando etapas de auge con otras de crisis y recesión.
La clave estará, como siempre, en saber afrontar la recuperación y prepararnos cada vez mejor para el siguiente impacto.
Rubén Vizcaíno Pena
12 Sep. 2024
8 min
Sin categoría
Qué es el crowdfunding: ventajas y desventajas
En este artículo analizaremos la evolución de los ciclos económicos en España desde los años 60 hasta la actualidad.
Sin duda, es un viaje tan apasionante como revelador de las debilidades internas de nuestra economía.
Denominamos ciclos económicos a la sucesión de fases expansivas y recesivas que atraviesa la economía de un país o región, de forma recurrente.
De este modo, aunque distintos autores puedan disentir en lo que se refiere a la duración de los ciclos, el número de fases que los integran, sus características propias y las medidas que se deberían aplicar para afrontarlas, todos coinciden en señalar el comportamiento cíclico de la economía.
Así, las principales fases que integran los ciclos económicos son las siguientes:
De todos modos, algunas de estas fases podrían dividirse en subfases específicas, según los criterios que se tengan en cuenta.
Entrando ya de lleno a analizar la evolución de los ciclos económicos en España, nos encontramos con las siguientes etapas, partiendo de los años 60 del siglo XX:
Esta etapa, que algunos autores extienden hasta el año 1975, se caracteriza por una fuerte expansión económica de un país que venía del aislamiento y la autarquía propias de las primeras etapas del franquismo.
Así, con el Plan de Estabilización y Ordenación Económica de 1959, se empiezan a adoptar tímidas políticas liberalizadoras, que tratan de moderar el fuerte intervencionismo de épocas anteriores.
Por ejemplo, en el año 1963, se produjo la adhesión de España al GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio).
El éxodo del campo a la ciudad, la industrialización y la emigración a otros países europeos se ven acompañadas de una fuerte devaluación de la peseta, que también aumenta el atractivo de España de cara al turismo de masas.
Esto se refleja en un aumento del Producto Interior Bruto (PIB) durante estos 10 años que nunca más ha vuelto a repetirse, alcanzando una tasa de crecimiento del 110%.
A principios de la década de los años 70, esta fase expansiva comienza a dar síntomas de agotamiento.
La década comienza con una incipiente desaceleración económica, que empieza a vislumbrarse en indicadores como una elevada tasa de inflación, conflictividad laboral y otros desequilibrios.
Con las primeras elecciones democráticas después de la dictadura (1977), comienza una transición política convulsa, que se enmarca en un contexto económico internacional marcado por la crisis del petróleo y una galopante inflación (que llegó a situarse en el 44%).
En este contexto, los beneficios empresariales se encuentran en caída libre, con el inevitable impacto sobre las cifras de desempleo y demás indicadores económicos.
En ese mismo año de 1977, los llamados «Pactos de la Moncloa» recogen una serie de medidas que tratan de incidir en las políticas monetaria y presupuestaria, para hacer frente a la inflación y abordar la difícil situación del mercado de trabajo.
El fin de la crisis del petróleo y la moderación de las tasas de inflación coinciden con el inicio de las negociaciones para la adhesión de España a la entonces llamada «Comunidad Económica Europea» (CEE), que finalmente sería efectiva en el año 1986.
Durante esta etapa, la economía llegó a crecer a un ritmo del 6% anual, mejorando todos los indicadores, al tiempo que se iban eliminando los aranceles anteriormente vigentes.
Esta nueva expansión económica nos deja cifras muy significativas:
Sin embargo, al inicio de la década de los 90, y especialmente a partir de 1992, empezaron a hacerse palpables los primeros síntomas de un cambio de fase en el ciclo económico español.
En un contexto de crisis económica internacional, los desequilibrios de la economía española se hicieron más patentes, desacelerándose las tasas de crecimiento y registrándose tasas de paro cercanas al 25%.
La devaluación de la peseta, al final de esta fase del ciclo económico español, ayudaría a iniciar la recuperación.
Durante esta etapa, y a raíz del Tratado de Maastricht, se consolida la plena integración comercial de los socios europeos y, de forma progresiva, se va implementando la integración financiera que culminaría con la llegada del euro.
Los ajustes obligados por esta integración contribuyeron al crecimiento económico de España, así como a una radical bajada de la tasa de paro, que pasaría de casi un 23% al inicio del período a poco más del 8% en 2008.
También la inflación en España bajaría desde el 10% a algo más del 3% en ciertos momentos de este período.
Curiosamente, no se logra el mismo éxito en la mejora de la productividad, que seguiría estancada en cifras poco acordes con el nivel de desarrollo alcanzado.
Como es de sobra conocido, el año 2008 marcará un punto de inflexión, con la crisis financiera mundial que hizo tambalearse a la economía hasta sus cimientos.
En España, la crisis financiera de 2008 tuvo un impacto casi inmediato en el empleo, produciéndose un rápido aumento de las cifras de paro.
También el PIB registró una caída del 3,8% en 2009, algo inédito durante muchos años.
La crisis de la deuda pública, el aumento de la prima del riesgo y del déficit público, la explosión de la burbuja inmobiliaria, así como los sacrificios y ajustes necesarios para afrontar dichos problemas, completan el complejo panorama de esta etapa.
Ya durante 2013 se empieza a vislumbrar el inicio de la recuperación, desacelerándose las tendencias negativas.
La devaluación interna vía salarios ayudó en el proceso de salida de la crisis, dado que la política monetaria común imposibilitaba incidir en los tipos de cambio.
Aunque logran recuperarse ciertos niveles anteriores a la crisis de 2008, no se produce una expansión propiamente dicha, que en todo caso queda truncada por la pandemia de covid que se desató en 2020.
La etapa actual, una vez superada la crisis sanitaria, nos pone ante nuevos retos, tanto en el plano económico, como en el laboral, tecnológico, migratorio y climático, entre otros.
Aunque no podemos anticipar qué nos depararán los próximos años, es evidente que la sucesión de ciclos económicos en España seguirá encadenando etapas de auge con otras de crisis y recesión.
La clave estará, como siempre, en saber afrontar la recuperación y prepararnos cada vez mejor para el siguiente impacto.
Rubén Vizcaíno Pena
9 Sep. 2024
8 min
Value Investing
¿En qué consiste la inversión inmobiliaria y qué tipos existen?
En este artículo analizaremos la evolución de los ciclos económicos en España desde los años 60 hasta la actualidad.
Sin duda, es un viaje tan apasionante como revelador de las debilidades internas de nuestra economía.
Denominamos ciclos económicos a la sucesión de fases expansivas y recesivas que atraviesa la economía de un país o región, de forma recurrente.
De este modo, aunque distintos autores puedan disentir en lo que se refiere a la duración de los ciclos, el número de fases que los integran, sus características propias y las medidas que se deberían aplicar para afrontarlas, todos coinciden en señalar el comportamiento cíclico de la economía.
Así, las principales fases que integran los ciclos económicos son las siguientes:
De todos modos, algunas de estas fases podrían dividirse en subfases específicas, según los criterios que se tengan en cuenta.
Entrando ya de lleno a analizar la evolución de los ciclos económicos en España, nos encontramos con las siguientes etapas, partiendo de los años 60 del siglo XX:
Esta etapa, que algunos autores extienden hasta el año 1975, se caracteriza por una fuerte expansión económica de un país que venía del aislamiento y la autarquía propias de las primeras etapas del franquismo.
Así, con el Plan de Estabilización y Ordenación Económica de 1959, se empiezan a adoptar tímidas políticas liberalizadoras, que tratan de moderar el fuerte intervencionismo de épocas anteriores.
Por ejemplo, en el año 1963, se produjo la adhesión de España al GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio).
El éxodo del campo a la ciudad, la industrialización y la emigración a otros países europeos se ven acompañadas de una fuerte devaluación de la peseta, que también aumenta el atractivo de España de cara al turismo de masas.
Esto se refleja en un aumento del Producto Interior Bruto (PIB) durante estos 10 años que nunca más ha vuelto a repetirse, alcanzando una tasa de crecimiento del 110%.
A principios de la década de los años 70, esta fase expansiva comienza a dar síntomas de agotamiento.
La década comienza con una incipiente desaceleración económica, que empieza a vislumbrarse en indicadores como una elevada tasa de inflación, conflictividad laboral y otros desequilibrios.
Con las primeras elecciones democráticas después de la dictadura (1977), comienza una transición política convulsa, que se enmarca en un contexto económico internacional marcado por la crisis del petróleo y una galopante inflación (que llegó a situarse en el 44%).
En este contexto, los beneficios empresariales se encuentran en caída libre, con el inevitable impacto sobre las cifras de desempleo y demás indicadores económicos.
En ese mismo año de 1977, los llamados «Pactos de la Moncloa» recogen una serie de medidas que tratan de incidir en las políticas monetaria y presupuestaria, para hacer frente a la inflación y abordar la difícil situación del mercado de trabajo.
El fin de la crisis del petróleo y la moderación de las tasas de inflación coinciden con el inicio de las negociaciones para la adhesión de España a la entonces llamada «Comunidad Económica Europea» (CEE), que finalmente sería efectiva en el año 1986.
Durante esta etapa, la economía llegó a crecer a un ritmo del 6% anual, mejorando todos los indicadores, al tiempo que se iban eliminando los aranceles anteriormente vigentes.
Esta nueva expansión económica nos deja cifras muy significativas:
Sin embargo, al inicio de la década de los 90, y especialmente a partir de 1992, empezaron a hacerse palpables los primeros síntomas de un cambio de fase en el ciclo económico español.
En un contexto de crisis económica internacional, los desequilibrios de la economía española se hicieron más patentes, desacelerándose las tasas de crecimiento y registrándose tasas de paro cercanas al 25%.
La devaluación de la peseta, al final de esta fase del ciclo económico español, ayudaría a iniciar la recuperación.
Durante esta etapa, y a raíz del Tratado de Maastricht, se consolida la plena integración comercial de los socios europeos y, de forma progresiva, se va implementando la integración financiera que culminaría con la llegada del euro.
Los ajustes obligados por esta integración contribuyeron al crecimiento económico de España, así como a una radical bajada de la tasa de paro, que pasaría de casi un 23% al inicio del período a poco más del 8% en 2008.
También la inflación en España bajaría desde el 10% a algo más del 3% en ciertos momentos de este período.
Curiosamente, no se logra el mismo éxito en la mejora de la productividad, que seguiría estancada en cifras poco acordes con el nivel de desarrollo alcanzado.
Como es de sobra conocido, el año 2008 marcará un punto de inflexión, con la crisis financiera mundial que hizo tambalearse a la economía hasta sus cimientos.
En España, la crisis financiera de 2008 tuvo un impacto casi inmediato en el empleo, produciéndose un rápido aumento de las cifras de paro.
También el PIB registró una caída del 3,8% en 2009, algo inédito durante muchos años.
La crisis de la deuda pública, el aumento de la prima del riesgo y del déficit público, la explosión de la burbuja inmobiliaria, así como los sacrificios y ajustes necesarios para afrontar dichos problemas, completan el complejo panorama de esta etapa.
Ya durante 2013 se empieza a vislumbrar el inicio de la recuperación, desacelerándose las tendencias negativas.
La devaluación interna vía salarios ayudó en el proceso de salida de la crisis, dado que la política monetaria común imposibilitaba incidir en los tipos de cambio.
Aunque logran recuperarse ciertos niveles anteriores a la crisis de 2008, no se produce una expansión propiamente dicha, que en todo caso queda truncada por la pandemia de covid que se desató en 2020.
La etapa actual, una vez superada la crisis sanitaria, nos pone ante nuevos retos, tanto en el plano económico, como en el laboral, tecnológico, migratorio y climático, entre otros.
Aunque no podemos anticipar qué nos depararán los próximos años, es evidente que la sucesión de ciclos económicos en España seguirá encadenando etapas de auge con otras de crisis y recesión.
La clave estará, como siempre, en saber afrontar la recuperación y prepararnos cada vez mejor para el siguiente impacto.
Rubén Vizcaíno Pena
5 Sep. 2024
8 min
Economía
¿Cuál es el ciclo económico según Kondratieff?
En este artículo analizaremos la evolución de los ciclos económicos en España desde los años 60 hasta la actualidad.
Sin duda, es un viaje tan apasionante como revelador de las debilidades internas de nuestra economía.
Denominamos ciclos económicos a la sucesión de fases expansivas y recesivas que atraviesa la economía de un país o región, de forma recurrente.
De este modo, aunque distintos autores puedan disentir en lo que se refiere a la duración de los ciclos, el número de fases que los integran, sus características propias y las medidas que se deberían aplicar para afrontarlas, todos coinciden en señalar el comportamiento cíclico de la economía.
Así, las principales fases que integran los ciclos económicos son las siguientes:
De todos modos, algunas de estas fases podrían dividirse en subfases específicas, según los criterios que se tengan en cuenta.
Entrando ya de lleno a analizar la evolución de los ciclos económicos en España, nos encontramos con las siguientes etapas, partiendo de los años 60 del siglo XX:
Esta etapa, que algunos autores extienden hasta el año 1975, se caracteriza por una fuerte expansión económica de un país que venía del aislamiento y la autarquía propias de las primeras etapas del franquismo.
Así, con el Plan de Estabilización y Ordenación Económica de 1959, se empiezan a adoptar tímidas políticas liberalizadoras, que tratan de moderar el fuerte intervencionismo de épocas anteriores.
Por ejemplo, en el año 1963, se produjo la adhesión de España al GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio).
El éxodo del campo a la ciudad, la industrialización y la emigración a otros países europeos se ven acompañadas de una fuerte devaluación de la peseta, que también aumenta el atractivo de España de cara al turismo de masas.
Esto se refleja en un aumento del Producto Interior Bruto (PIB) durante estos 10 años que nunca más ha vuelto a repetirse, alcanzando una tasa de crecimiento del 110%.
A principios de la década de los años 70, esta fase expansiva comienza a dar síntomas de agotamiento.
La década comienza con una incipiente desaceleración económica, que empieza a vislumbrarse en indicadores como una elevada tasa de inflación, conflictividad laboral y otros desequilibrios.
Con las primeras elecciones democráticas después de la dictadura (1977), comienza una transición política convulsa, que se enmarca en un contexto económico internacional marcado por la crisis del petróleo y una galopante inflación (que llegó a situarse en el 44%).
En este contexto, los beneficios empresariales se encuentran en caída libre, con el inevitable impacto sobre las cifras de desempleo y demás indicadores económicos.
En ese mismo año de 1977, los llamados «Pactos de la Moncloa» recogen una serie de medidas que tratan de incidir en las políticas monetaria y presupuestaria, para hacer frente a la inflación y abordar la difícil situación del mercado de trabajo.
El fin de la crisis del petróleo y la moderación de las tasas de inflación coinciden con el inicio de las negociaciones para la adhesión de España a la entonces llamada «Comunidad Económica Europea» (CEE), que finalmente sería efectiva en el año 1986.
Durante esta etapa, la economía llegó a crecer a un ritmo del 6% anual, mejorando todos los indicadores, al tiempo que se iban eliminando los aranceles anteriormente vigentes.
Esta nueva expansión económica nos deja cifras muy significativas:
Sin embargo, al inicio de la década de los 90, y especialmente a partir de 1992, empezaron a hacerse palpables los primeros síntomas de un cambio de fase en el ciclo económico español.
En un contexto de crisis económica internacional, los desequilibrios de la economía española se hicieron más patentes, desacelerándose las tasas de crecimiento y registrándose tasas de paro cercanas al 25%.
La devaluación de la peseta, al final de esta fase del ciclo económico español, ayudaría a iniciar la recuperación.
Durante esta etapa, y a raíz del Tratado de Maastricht, se consolida la plena integración comercial de los socios europeos y, de forma progresiva, se va implementando la integración financiera que culminaría con la llegada del euro.
Los ajustes obligados por esta integración contribuyeron al crecimiento económico de España, así como a una radical bajada de la tasa de paro, que pasaría de casi un 23% al inicio del período a poco más del 8% en 2008.
También la inflación en España bajaría desde el 10% a algo más del 3% en ciertos momentos de este período.
Curiosamente, no se logra el mismo éxito en la mejora de la productividad, que seguiría estancada en cifras poco acordes con el nivel de desarrollo alcanzado.
Como es de sobra conocido, el año 2008 marcará un punto de inflexión, con la crisis financiera mundial que hizo tambalearse a la economía hasta sus cimientos.
En España, la crisis financiera de 2008 tuvo un impacto casi inmediato en el empleo, produciéndose un rápido aumento de las cifras de paro.
También el PIB registró una caída del 3,8% en 2009, algo inédito durante muchos años.
La crisis de la deuda pública, el aumento de la prima del riesgo y del déficit público, la explosión de la burbuja inmobiliaria, así como los sacrificios y ajustes necesarios para afrontar dichos problemas, completan el complejo panorama de esta etapa.
Ya durante 2013 se empieza a vislumbrar el inicio de la recuperación, desacelerándose las tendencias negativas.
La devaluación interna vía salarios ayudó en el proceso de salida de la crisis, dado que la política monetaria común imposibilitaba incidir en los tipos de cambio.
Aunque logran recuperarse ciertos niveles anteriores a la crisis de 2008, no se produce una expansión propiamente dicha, que en todo caso queda truncada por la pandemia de covid que se desató en 2020.
La etapa actual, una vez superada la crisis sanitaria, nos pone ante nuevos retos, tanto en el plano económico, como en el laboral, tecnológico, migratorio y climático, entre otros.
Aunque no podemos anticipar qué nos depararán los próximos años, es evidente que la sucesión de ciclos económicos en España seguirá encadenando etapas de auge con otras de crisis y recesión.
La clave estará, como siempre, en saber afrontar la recuperación y prepararnos cada vez mejor para el siguiente impacto.
Rubén Vizcaíno Pena
28 Ago. 2024
8 min
Curso Finanzas
¿Cuáles son los mejores libros sobre opciones financieras?
En este artículo analizaremos la evolución de los ciclos económicos en España desde los años 60 hasta la actualidad.
Sin duda, es un viaje tan apasionante como revelador de las debilidades internas de nuestra economía.
Denominamos ciclos económicos a la sucesión de fases expansivas y recesivas que atraviesa la economía de un país o región, de forma recurrente.
De este modo, aunque distintos autores puedan disentir en lo que se refiere a la duración de los ciclos, el número de fases que los integran, sus características propias y las medidas que se deberían aplicar para afrontarlas, todos coinciden en señalar el comportamiento cíclico de la economía.
Así, las principales fases que integran los ciclos económicos son las siguientes:
De todos modos, algunas de estas fases podrían dividirse en subfases específicas, según los criterios que se tengan en cuenta.
Entrando ya de lleno a analizar la evolución de los ciclos económicos en España, nos encontramos con las siguientes etapas, partiendo de los años 60 del siglo XX:
Esta etapa, que algunos autores extienden hasta el año 1975, se caracteriza por una fuerte expansión económica de un país que venía del aislamiento y la autarquía propias de las primeras etapas del franquismo.
Así, con el Plan de Estabilización y Ordenación Económica de 1959, se empiezan a adoptar tímidas políticas liberalizadoras, que tratan de moderar el fuerte intervencionismo de épocas anteriores.
Por ejemplo, en el año 1963, se produjo la adhesión de España al GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio).
El éxodo del campo a la ciudad, la industrialización y la emigración a otros países europeos se ven acompañadas de una fuerte devaluación de la peseta, que también aumenta el atractivo de España de cara al turismo de masas.
Esto se refleja en un aumento del Producto Interior Bruto (PIB) durante estos 10 años que nunca más ha vuelto a repetirse, alcanzando una tasa de crecimiento del 110%.
A principios de la década de los años 70, esta fase expansiva comienza a dar síntomas de agotamiento.
La década comienza con una incipiente desaceleración económica, que empieza a vislumbrarse en indicadores como una elevada tasa de inflación, conflictividad laboral y otros desequilibrios.
Con las primeras elecciones democráticas después de la dictadura (1977), comienza una transición política convulsa, que se enmarca en un contexto económico internacional marcado por la crisis del petróleo y una galopante inflación (que llegó a situarse en el 44%).
En este contexto, los beneficios empresariales se encuentran en caída libre, con el inevitable impacto sobre las cifras de desempleo y demás indicadores económicos.
En ese mismo año de 1977, los llamados «Pactos de la Moncloa» recogen una serie de medidas que tratan de incidir en las políticas monetaria y presupuestaria, para hacer frente a la inflación y abordar la difícil situación del mercado de trabajo.
El fin de la crisis del petróleo y la moderación de las tasas de inflación coinciden con el inicio de las negociaciones para la adhesión de España a la entonces llamada «Comunidad Económica Europea» (CEE), que finalmente sería efectiva en el año 1986.
Durante esta etapa, la economía llegó a crecer a un ritmo del 6% anual, mejorando todos los indicadores, al tiempo que se iban eliminando los aranceles anteriormente vigentes.
Esta nueva expansión económica nos deja cifras muy significativas:
Sin embargo, al inicio de la década de los 90, y especialmente a partir de 1992, empezaron a hacerse palpables los primeros síntomas de un cambio de fase en el ciclo económico español.
En un contexto de crisis económica internacional, los desequilibrios de la economía española se hicieron más patentes, desacelerándose las tasas de crecimiento y registrándose tasas de paro cercanas al 25%.
La devaluación de la peseta, al final de esta fase del ciclo económico español, ayudaría a iniciar la recuperación.
Durante esta etapa, y a raíz del Tratado de Maastricht, se consolida la plena integración comercial de los socios europeos y, de forma progresiva, se va implementando la integración financiera que culminaría con la llegada del euro.
Los ajustes obligados por esta integración contribuyeron al crecimiento económico de España, así como a una radical bajada de la tasa de paro, que pasaría de casi un 23% al inicio del período a poco más del 8% en 2008.
También la inflación en España bajaría desde el 10% a algo más del 3% en ciertos momentos de este período.
Curiosamente, no se logra el mismo éxito en la mejora de la productividad, que seguiría estancada en cifras poco acordes con el nivel de desarrollo alcanzado.
Como es de sobra conocido, el año 2008 marcará un punto de inflexión, con la crisis financiera mundial que hizo tambalearse a la economía hasta sus cimientos.
En España, la crisis financiera de 2008 tuvo un impacto casi inmediato en el empleo, produciéndose un rápido aumento de las cifras de paro.
También el PIB registró una caída del 3,8% en 2009, algo inédito durante muchos años.
La crisis de la deuda pública, el aumento de la prima del riesgo y del déficit público, la explosión de la burbuja inmobiliaria, así como los sacrificios y ajustes necesarios para afrontar dichos problemas, completan el complejo panorama de esta etapa.
Ya durante 2013 se empieza a vislumbrar el inicio de la recuperación, desacelerándose las tendencias negativas.
La devaluación interna vía salarios ayudó en el proceso de salida de la crisis, dado que la política monetaria común imposibilitaba incidir en los tipos de cambio.
Aunque logran recuperarse ciertos niveles anteriores a la crisis de 2008, no se produce una expansión propiamente dicha, que en todo caso queda truncada por la pandemia de covid que se desató en 2020.
La etapa actual, una vez superada la crisis sanitaria, nos pone ante nuevos retos, tanto en el plano económico, como en el laboral, tecnológico, migratorio y climático, entre otros.
Aunque no podemos anticipar qué nos depararán los próximos años, es evidente que la sucesión de ciclos económicos en España seguirá encadenando etapas de auge con otras de crisis y recesión.
La clave estará, como siempre, en saber afrontar la recuperación y prepararnos cada vez mejor para el siguiente impacto.
Rubén Vizcaíno Pena
21 Ago. 2024
8 min
Finanzas
¿Cuáles son los ratios financieros más importantes?
En este artículo analizaremos la evolución de los ciclos económicos en España desde los años 60 hasta la actualidad.
Sin duda, es un viaje tan apasionante como revelador de las debilidades internas de nuestra economía.
Denominamos ciclos económicos a la sucesión de fases expansivas y recesivas que atraviesa la economía de un país o región, de forma recurrente.
De este modo, aunque distintos autores puedan disentir en lo que se refiere a la duración de los ciclos, el número de fases que los integran, sus características propias y las medidas que se deberían aplicar para afrontarlas, todos coinciden en señalar el comportamiento cíclico de la economía.
Así, las principales fases que integran los ciclos económicos son las siguientes:
De todos modos, algunas de estas fases podrían dividirse en subfases específicas, según los criterios que se tengan en cuenta.
Entrando ya de lleno a analizar la evolución de los ciclos económicos en España, nos encontramos con las siguientes etapas, partiendo de los años 60 del siglo XX:
Esta etapa, que algunos autores extienden hasta el año 1975, se caracteriza por una fuerte expansión económica de un país que venía del aislamiento y la autarquía propias de las primeras etapas del franquismo.
Así, con el Plan de Estabilización y Ordenación Económica de 1959, se empiezan a adoptar tímidas políticas liberalizadoras, que tratan de moderar el fuerte intervencionismo de épocas anteriores.
Por ejemplo, en el año 1963, se produjo la adhesión de España al GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio).
El éxodo del campo a la ciudad, la industrialización y la emigración a otros países europeos se ven acompañadas de una fuerte devaluación de la peseta, que también aumenta el atractivo de España de cara al turismo de masas.
Esto se refleja en un aumento del Producto Interior Bruto (PIB) durante estos 10 años que nunca más ha vuelto a repetirse, alcanzando una tasa de crecimiento del 110%.
A principios de la década de los años 70, esta fase expansiva comienza a dar síntomas de agotamiento.
La década comienza con una incipiente desaceleración económica, que empieza a vislumbrarse en indicadores como una elevada tasa de inflación, conflictividad laboral y otros desequilibrios.
Con las primeras elecciones democráticas después de la dictadura (1977), comienza una transición política convulsa, que se enmarca en un contexto económico internacional marcado por la crisis del petróleo y una galopante inflación (que llegó a situarse en el 44%).
En este contexto, los beneficios empresariales se encuentran en caída libre, con el inevitable impacto sobre las cifras de desempleo y demás indicadores económicos.
En ese mismo año de 1977, los llamados «Pactos de la Moncloa» recogen una serie de medidas que tratan de incidir en las políticas monetaria y presupuestaria, para hacer frente a la inflación y abordar la difícil situación del mercado de trabajo.
El fin de la crisis del petróleo y la moderación de las tasas de inflación coinciden con el inicio de las negociaciones para la adhesión de España a la entonces llamada «Comunidad Económica Europea» (CEE), que finalmente sería efectiva en el año 1986.
Durante esta etapa, la economía llegó a crecer a un ritmo del 6% anual, mejorando todos los indicadores, al tiempo que se iban eliminando los aranceles anteriormente vigentes.
Esta nueva expansión económica nos deja cifras muy significativas:
Sin embargo, al inicio de la década de los 90, y especialmente a partir de 1992, empezaron a hacerse palpables los primeros síntomas de un cambio de fase en el ciclo económico español.
En un contexto de crisis económica internacional, los desequilibrios de la economía española se hicieron más patentes, desacelerándose las tasas de crecimiento y registrándose tasas de paro cercanas al 25%.
La devaluación de la peseta, al final de esta fase del ciclo económico español, ayudaría a iniciar la recuperación.
Durante esta etapa, y a raíz del Tratado de Maastricht, se consolida la plena integración comercial de los socios europeos y, de forma progresiva, se va implementando la integración financiera que culminaría con la llegada del euro.
Los ajustes obligados por esta integración contribuyeron al crecimiento económico de España, así como a una radical bajada de la tasa de paro, que pasaría de casi un 23% al inicio del período a poco más del 8% en 2008.
También la inflación en España bajaría desde el 10% a algo más del 3% en ciertos momentos de este período.
Curiosamente, no se logra el mismo éxito en la mejora de la productividad, que seguiría estancada en cifras poco acordes con el nivel de desarrollo alcanzado.
Como es de sobra conocido, el año 2008 marcará un punto de inflexión, con la crisis financiera mundial que hizo tambalearse a la economía hasta sus cimientos.
En España, la crisis financiera de 2008 tuvo un impacto casi inmediato en el empleo, produciéndose un rápido aumento de las cifras de paro.
También el PIB registró una caída del 3,8% en 2009, algo inédito durante muchos años.
La crisis de la deuda pública, el aumento de la prima del riesgo y del déficit público, la explosión de la burbuja inmobiliaria, así como los sacrificios y ajustes necesarios para afrontar dichos problemas, completan el complejo panorama de esta etapa.
Ya durante 2013 se empieza a vislumbrar el inicio de la recuperación, desacelerándose las tendencias negativas.
La devaluación interna vía salarios ayudó en el proceso de salida de la crisis, dado que la política monetaria común imposibilitaba incidir en los tipos de cambio.
Aunque logran recuperarse ciertos niveles anteriores a la crisis de 2008, no se produce una expansión propiamente dicha, que en todo caso queda truncada por la pandemia de covid que se desató en 2020.
La etapa actual, una vez superada la crisis sanitaria, nos pone ante nuevos retos, tanto en el plano económico, como en el laboral, tecnológico, migratorio y climático, entre otros.
Aunque no podemos anticipar qué nos depararán los próximos años, es evidente que la sucesión de ciclos económicos en España seguirá encadenando etapas de auge con otras de crisis y recesión.
La clave estará, como siempre, en saber afrontar la recuperación y prepararnos cada vez mejor para el siguiente impacto.
Rubén Vizcaíno Pena
19 Ago. 2024
8 min
Economía
¿Qué es el PIB nominal?
En este artículo analizaremos la evolución de los ciclos económicos en España desde los años 60 hasta la actualidad.
Sin duda, es un viaje tan apasionante como revelador de las debilidades internas de nuestra economía.
Denominamos ciclos económicos a la sucesión de fases expansivas y recesivas que atraviesa la economía de un país o región, de forma recurrente.
De este modo, aunque distintos autores puedan disentir en lo que se refiere a la duración de los ciclos, el número de fases que los integran, sus características propias y las medidas que se deberían aplicar para afrontarlas, todos coinciden en señalar el comportamiento cíclico de la economía.
Así, las principales fases que integran los ciclos económicos son las siguientes:
De todos modos, algunas de estas fases podrían dividirse en subfases específicas, según los criterios que se tengan en cuenta.
Entrando ya de lleno a analizar la evolución de los ciclos económicos en España, nos encontramos con las siguientes etapas, partiendo de los años 60 del siglo XX:
Esta etapa, que algunos autores extienden hasta el año 1975, se caracteriza por una fuerte expansión económica de un país que venía del aislamiento y la autarquía propias de las primeras etapas del franquismo.
Así, con el Plan de Estabilización y Ordenación Económica de 1959, se empiezan a adoptar tímidas políticas liberalizadoras, que tratan de moderar el fuerte intervencionismo de épocas anteriores.
Por ejemplo, en el año 1963, se produjo la adhesión de España al GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio).
El éxodo del campo a la ciudad, la industrialización y la emigración a otros países europeos se ven acompañadas de una fuerte devaluación de la peseta, que también aumenta el atractivo de España de cara al turismo de masas.
Esto se refleja en un aumento del Producto Interior Bruto (PIB) durante estos 10 años que nunca más ha vuelto a repetirse, alcanzando una tasa de crecimiento del 110%.
A principios de la década de los años 70, esta fase expansiva comienza a dar síntomas de agotamiento.
La década comienza con una incipiente desaceleración económica, que empieza a vislumbrarse en indicadores como una elevada tasa de inflación, conflictividad laboral y otros desequilibrios.
Con las primeras elecciones democráticas después de la dictadura (1977), comienza una transición política convulsa, que se enmarca en un contexto económico internacional marcado por la crisis del petróleo y una galopante inflación (que llegó a situarse en el 44%).
En este contexto, los beneficios empresariales se encuentran en caída libre, con el inevitable impacto sobre las cifras de desempleo y demás indicadores económicos.
En ese mismo año de 1977, los llamados «Pactos de la Moncloa» recogen una serie de medidas que tratan de incidir en las políticas monetaria y presupuestaria, para hacer frente a la inflación y abordar la difícil situación del mercado de trabajo.
El fin de la crisis del petróleo y la moderación de las tasas de inflación coinciden con el inicio de las negociaciones para la adhesión de España a la entonces llamada «Comunidad Económica Europea» (CEE), que finalmente sería efectiva en el año 1986.
Durante esta etapa, la economía llegó a crecer a un ritmo del 6% anual, mejorando todos los indicadores, al tiempo que se iban eliminando los aranceles anteriormente vigentes.
Esta nueva expansión económica nos deja cifras muy significativas:
Sin embargo, al inicio de la década de los 90, y especialmente a partir de 1992, empezaron a hacerse palpables los primeros síntomas de un cambio de fase en el ciclo económico español.
En un contexto de crisis económica internacional, los desequilibrios de la economía española se hicieron más patentes, desacelerándose las tasas de crecimiento y registrándose tasas de paro cercanas al 25%.
La devaluación de la peseta, al final de esta fase del ciclo económico español, ayudaría a iniciar la recuperación.
Durante esta etapa, y a raíz del Tratado de Maastricht, se consolida la plena integración comercial de los socios europeos y, de forma progresiva, se va implementando la integración financiera que culminaría con la llegada del euro.
Los ajustes obligados por esta integración contribuyeron al crecimiento económico de España, así como a una radical bajada de la tasa de paro, que pasaría de casi un 23% al inicio del período a poco más del 8% en 2008.
También la inflación en España bajaría desde el 10% a algo más del 3% en ciertos momentos de este período.
Curiosamente, no se logra el mismo éxito en la mejora de la productividad, que seguiría estancada en cifras poco acordes con el nivel de desarrollo alcanzado.
Como es de sobra conocido, el año 2008 marcará un punto de inflexión, con la crisis financiera mundial que hizo tambalearse a la economía hasta sus cimientos.
En España, la crisis financiera de 2008 tuvo un impacto casi inmediato en el empleo, produciéndose un rápido aumento de las cifras de paro.
También el PIB registró una caída del 3,8% en 2009, algo inédito durante muchos años.
La crisis de la deuda pública, el aumento de la prima del riesgo y del déficit público, la explosión de la burbuja inmobiliaria, así como los sacrificios y ajustes necesarios para afrontar dichos problemas, completan el complejo panorama de esta etapa.
Ya durante 2013 se empieza a vislumbrar el inicio de la recuperación, desacelerándose las tendencias negativas.
La devaluación interna vía salarios ayudó en el proceso de salida de la crisis, dado que la política monetaria común imposibilitaba incidir en los tipos de cambio.
Aunque logran recuperarse ciertos niveles anteriores a la crisis de 2008, no se produce una expansión propiamente dicha, que en todo caso queda truncada por la pandemia de covid que se desató en 2020.
La etapa actual, una vez superada la crisis sanitaria, nos pone ante nuevos retos, tanto en el plano económico, como en el laboral, tecnológico, migratorio y climático, entre otros.
Aunque no podemos anticipar qué nos depararán los próximos años, es evidente que la sucesión de ciclos económicos en España seguirá encadenando etapas de auge con otras de crisis y recesión.
La clave estará, como siempre, en saber afrontar la recuperación y prepararnos cada vez mejor para el siguiente impacto.
Rubén Vizcaíno Pena
14 Ago. 2024
8 min
Economía
¿Cómo son los ciclos económicos según Hayek?
En este artículo analizaremos la evolución de los ciclos económicos en España desde los años 60 hasta la actualidad.
Sin duda, es un viaje tan apasionante como revelador de las debilidades internas de nuestra economía.
Denominamos ciclos económicos a la sucesión de fases expansivas y recesivas que atraviesa la economía de un país o región, de forma recurrente.
De este modo, aunque distintos autores puedan disentir en lo que se refiere a la duración de los ciclos, el número de fases que los integran, sus características propias y las medidas que se deberían aplicar para afrontarlas, todos coinciden en señalar el comportamiento cíclico de la economía.
Así, las principales fases que integran los ciclos económicos son las siguientes:
De todos modos, algunas de estas fases podrían dividirse en subfases específicas, según los criterios que se tengan en cuenta.
Entrando ya de lleno a analizar la evolución de los ciclos económicos en España, nos encontramos con las siguientes etapas, partiendo de los años 60 del siglo XX:
Esta etapa, que algunos autores extienden hasta el año 1975, se caracteriza por una fuerte expansión económica de un país que venía del aislamiento y la autarquía propias de las primeras etapas del franquismo.
Así, con el Plan de Estabilización y Ordenación Económica de 1959, se empiezan a adoptar tímidas políticas liberalizadoras, que tratan de moderar el fuerte intervencionismo de épocas anteriores.
Por ejemplo, en el año 1963, se produjo la adhesión de España al GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio).
El éxodo del campo a la ciudad, la industrialización y la emigración a otros países europeos se ven acompañadas de una fuerte devaluación de la peseta, que también aumenta el atractivo de España de cara al turismo de masas.
Esto se refleja en un aumento del Producto Interior Bruto (PIB) durante estos 10 años que nunca más ha vuelto a repetirse, alcanzando una tasa de crecimiento del 110%.
A principios de la década de los años 70, esta fase expansiva comienza a dar síntomas de agotamiento.
La década comienza con una incipiente desaceleración económica, que empieza a vislumbrarse en indicadores como una elevada tasa de inflación, conflictividad laboral y otros desequilibrios.
Con las primeras elecciones democráticas después de la dictadura (1977), comienza una transición política convulsa, que se enmarca en un contexto económico internacional marcado por la crisis del petróleo y una galopante inflación (que llegó a situarse en el 44%).
En este contexto, los beneficios empresariales se encuentran en caída libre, con el inevitable impacto sobre las cifras de desempleo y demás indicadores económicos.
En ese mismo año de 1977, los llamados «Pactos de la Moncloa» recogen una serie de medidas que tratan de incidir en las políticas monetaria y presupuestaria, para hacer frente a la inflación y abordar la difícil situación del mercado de trabajo.
El fin de la crisis del petróleo y la moderación de las tasas de inflación coinciden con el inicio de las negociaciones para la adhesión de España a la entonces llamada «Comunidad Económica Europea» (CEE), que finalmente sería efectiva en el año 1986.
Durante esta etapa, la economía llegó a crecer a un ritmo del 6% anual, mejorando todos los indicadores, al tiempo que se iban eliminando los aranceles anteriormente vigentes.
Esta nueva expansión económica nos deja cifras muy significativas:
Sin embargo, al inicio de la década de los 90, y especialmente a partir de 1992, empezaron a hacerse palpables los primeros síntomas de un cambio de fase en el ciclo económico español.
En un contexto de crisis económica internacional, los desequilibrios de la economía española se hicieron más patentes, desacelerándose las tasas de crecimiento y registrándose tasas de paro cercanas al 25%.
La devaluación de la peseta, al final de esta fase del ciclo económico español, ayudaría a iniciar la recuperación.
Durante esta etapa, y a raíz del Tratado de Maastricht, se consolida la plena integración comercial de los socios europeos y, de forma progresiva, se va implementando la integración financiera que culminaría con la llegada del euro.
Los ajustes obligados por esta integración contribuyeron al crecimiento económico de España, así como a una radical bajada de la tasa de paro, que pasaría de casi un 23% al inicio del período a poco más del 8% en 2008.
También la inflación en España bajaría desde el 10% a algo más del 3% en ciertos momentos de este período.
Curiosamente, no se logra el mismo éxito en la mejora de la productividad, que seguiría estancada en cifras poco acordes con el nivel de desarrollo alcanzado.
Como es de sobra conocido, el año 2008 marcará un punto de inflexión, con la crisis financiera mundial que hizo tambalearse a la economía hasta sus cimientos.
En España, la crisis financiera de 2008 tuvo un impacto casi inmediato en el empleo, produciéndose un rápido aumento de las cifras de paro.
También el PIB registró una caída del 3,8% en 2009, algo inédito durante muchos años.
La crisis de la deuda pública, el aumento de la prima del riesgo y del déficit público, la explosión de la burbuja inmobiliaria, así como los sacrificios y ajustes necesarios para afrontar dichos problemas, completan el complejo panorama de esta etapa.
Ya durante 2013 se empieza a vislumbrar el inicio de la recuperación, desacelerándose las tendencias negativas.
La devaluación interna vía salarios ayudó en el proceso de salida de la crisis, dado que la política monetaria común imposibilitaba incidir en los tipos de cambio.
Aunque logran recuperarse ciertos niveles anteriores a la crisis de 2008, no se produce una expansión propiamente dicha, que en todo caso queda truncada por la pandemia de covid que se desató en 2020.
La etapa actual, una vez superada la crisis sanitaria, nos pone ante nuevos retos, tanto en el plano económico, como en el laboral, tecnológico, migratorio y climático, entre otros.
Aunque no podemos anticipar qué nos depararán los próximos años, es evidente que la sucesión de ciclos económicos en España seguirá encadenando etapas de auge con otras de crisis y recesión.
La clave estará, como siempre, en saber afrontar la recuperación y prepararnos cada vez mejor para el siguiente impacto.
Rubén Vizcaíno Pena
7 Ago. 2024
8 min
Economía
¿Qué es el PIB per cápita?
En este artículo analizaremos la evolución de los ciclos económicos en España desde los años 60 hasta la actualidad.
Sin duda, es un viaje tan apasionante como revelador de las debilidades internas de nuestra economía.
Denominamos ciclos económicos a la sucesión de fases expansivas y recesivas que atraviesa la economía de un país o región, de forma recurrente.
De este modo, aunque distintos autores puedan disentir en lo que se refiere a la duración de los ciclos, el número de fases que los integran, sus características propias y las medidas que se deberían aplicar para afrontarlas, todos coinciden en señalar el comportamiento cíclico de la economía.
Así, las principales fases que integran los ciclos económicos son las siguientes:
De todos modos, algunas de estas fases podrían dividirse en subfases específicas, según los criterios que se tengan en cuenta.
Entrando ya de lleno a analizar la evolución de los ciclos económicos en España, nos encontramos con las siguientes etapas, partiendo de los años 60 del siglo XX:
Esta etapa, que algunos autores extienden hasta el año 1975, se caracteriza por una fuerte expansión económica de un país que venía del aislamiento y la autarquía propias de las primeras etapas del franquismo.
Así, con el Plan de Estabilización y Ordenación Económica de 1959, se empiezan a adoptar tímidas políticas liberalizadoras, que tratan de moderar el fuerte intervencionismo de épocas anteriores.
Por ejemplo, en el año 1963, se produjo la adhesión de España al GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio).
El éxodo del campo a la ciudad, la industrialización y la emigración a otros países europeos se ven acompañadas de una fuerte devaluación de la peseta, que también aumenta el atractivo de España de cara al turismo de masas.
Esto se refleja en un aumento del Producto Interior Bruto (PIB) durante estos 10 años que nunca más ha vuelto a repetirse, alcanzando una tasa de crecimiento del 110%.
A principios de la década de los años 70, esta fase expansiva comienza a dar síntomas de agotamiento.
La década comienza con una incipiente desaceleración económica, que empieza a vislumbrarse en indicadores como una elevada tasa de inflación, conflictividad laboral y otros desequilibrios.
Con las primeras elecciones democráticas después de la dictadura (1977), comienza una transición política convulsa, que se enmarca en un contexto económico internacional marcado por la crisis del petróleo y una galopante inflación (que llegó a situarse en el 44%).
En este contexto, los beneficios empresariales se encuentran en caída libre, con el inevitable impacto sobre las cifras de desempleo y demás indicadores económicos.
En ese mismo año de 1977, los llamados «Pactos de la Moncloa» recogen una serie de medidas que tratan de incidir en las políticas monetaria y presupuestaria, para hacer frente a la inflación y abordar la difícil situación del mercado de trabajo.
El fin de la crisis del petróleo y la moderación de las tasas de inflación coinciden con el inicio de las negociaciones para la adhesión de España a la entonces llamada «Comunidad Económica Europea» (CEE), que finalmente sería efectiva en el año 1986.
Durante esta etapa, la economía llegó a crecer a un ritmo del 6% anual, mejorando todos los indicadores, al tiempo que se iban eliminando los aranceles anteriormente vigentes.
Esta nueva expansión económica nos deja cifras muy significativas:
Sin embargo, al inicio de la década de los 90, y especialmente a partir de 1992, empezaron a hacerse palpables los primeros síntomas de un cambio de fase en el ciclo económico español.
En un contexto de crisis económica internacional, los desequilibrios de la economía española se hicieron más patentes, desacelerándose las tasas de crecimiento y registrándose tasas de paro cercanas al 25%.
La devaluación de la peseta, al final de esta fase del ciclo económico español, ayudaría a iniciar la recuperación.
Durante esta etapa, y a raíz del Tratado de Maastricht, se consolida la plena integración comercial de los socios europeos y, de forma progresiva, se va implementando la integración financiera que culminaría con la llegada del euro.
Los ajustes obligados por esta integración contribuyeron al crecimiento económico de España, así como a una radical bajada de la tasa de paro, que pasaría de casi un 23% al inicio del período a poco más del 8% en 2008.
También la inflación en España bajaría desde el 10% a algo más del 3% en ciertos momentos de este período.
Curiosamente, no se logra el mismo éxito en la mejora de la productividad, que seguiría estancada en cifras poco acordes con el nivel de desarrollo alcanzado.
Como es de sobra conocido, el año 2008 marcará un punto de inflexión, con la crisis financiera mundial que hizo tambalearse a la economía hasta sus cimientos.
En España, la crisis financiera de 2008 tuvo un impacto casi inmediato en el empleo, produciéndose un rápido aumento de las cifras de paro.
También el PIB registró una caída del 3,8% en 2009, algo inédito durante muchos años.
La crisis de la deuda pública, el aumento de la prima del riesgo y del déficit público, la explosión de la burbuja inmobiliaria, así como los sacrificios y ajustes necesarios para afrontar dichos problemas, completan el complejo panorama de esta etapa.
Ya durante 2013 se empieza a vislumbrar el inicio de la recuperación, desacelerándose las tendencias negativas.
La devaluación interna vía salarios ayudó en el proceso de salida de la crisis, dado que la política monetaria común imposibilitaba incidir en los tipos de cambio.
Aunque logran recuperarse ciertos niveles anteriores a la crisis de 2008, no se produce una expansión propiamente dicha, que en todo caso queda truncada por la pandemia de covid que se desató en 2020.
La etapa actual, una vez superada la crisis sanitaria, nos pone ante nuevos retos, tanto en el plano económico, como en el laboral, tecnológico, migratorio y climático, entre otros.
Aunque no podemos anticipar qué nos depararán los próximos años, es evidente que la sucesión de ciclos económicos en España seguirá encadenando etapas de auge con otras de crisis y recesión.
La clave estará, como siempre, en saber afrontar la recuperación y prepararnos cada vez mejor para el siguiente impacto.
Rubén Vizcaíno Pena
7 Ago. 2024
8 min
Bolsa
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En este artículo analizaremos la evolución de los ciclos económicos en España desde los años 60 hasta la actualidad.
Sin duda, es un viaje tan apasionante como revelador de las debilidades internas de nuestra economía.
Denominamos ciclos económicos a la sucesión de fases expansivas y recesivas que atraviesa la economía de un país o región, de forma recurrente.
De este modo, aunque distintos autores puedan disentir en lo que se refiere a la duración de los ciclos, el número de fases que los integran, sus características propias y las medidas que se deberían aplicar para afrontarlas, todos coinciden en señalar el comportamiento cíclico de la economía.
Así, las principales fases que integran los ciclos económicos son las siguientes:
De todos modos, algunas de estas fases podrían dividirse en subfases específicas, según los criterios que se tengan en cuenta.
Entrando ya de lleno a analizar la evolución de los ciclos económicos en España, nos encontramos con las siguientes etapas, partiendo de los años 60 del siglo XX:
Esta etapa, que algunos autores extienden hasta el año 1975, se caracteriza por una fuerte expansión económica de un país que venía del aislamiento y la autarquía propias de las primeras etapas del franquismo.
Así, con el Plan de Estabilización y Ordenación Económica de 1959, se empiezan a adoptar tímidas políticas liberalizadoras, que tratan de moderar el fuerte intervencionismo de épocas anteriores.
Por ejemplo, en el año 1963, se produjo la adhesión de España al GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio).
El éxodo del campo a la ciudad, la industrialización y la emigración a otros países europeos se ven acompañadas de una fuerte devaluación de la peseta, que también aumenta el atractivo de España de cara al turismo de masas.
Esto se refleja en un aumento del Producto Interior Bruto (PIB) durante estos 10 años que nunca más ha vuelto a repetirse, alcanzando una tasa de crecimiento del 110%.
A principios de la década de los años 70, esta fase expansiva comienza a dar síntomas de agotamiento.
La década comienza con una incipiente desaceleración económica, que empieza a vislumbrarse en indicadores como una elevada tasa de inflación, conflictividad laboral y otros desequilibrios.
Con las primeras elecciones democráticas después de la dictadura (1977), comienza una transición política convulsa, que se enmarca en un contexto económico internacional marcado por la crisis del petróleo y una galopante inflación (que llegó a situarse en el 44%).
En este contexto, los beneficios empresariales se encuentran en caída libre, con el inevitable impacto sobre las cifras de desempleo y demás indicadores económicos.
En ese mismo año de 1977, los llamados «Pactos de la Moncloa» recogen una serie de medidas que tratan de incidir en las políticas monetaria y presupuestaria, para hacer frente a la inflación y abordar la difícil situación del mercado de trabajo.
El fin de la crisis del petróleo y la moderación de las tasas de inflación coinciden con el inicio de las negociaciones para la adhesión de España a la entonces llamada «Comunidad Económica Europea» (CEE), que finalmente sería efectiva en el año 1986.
Durante esta etapa, la economía llegó a crecer a un ritmo del 6% anual, mejorando todos los indicadores, al tiempo que se iban eliminando los aranceles anteriormente vigentes.
Esta nueva expansión económica nos deja cifras muy significativas:
Sin embargo, al inicio de la década de los 90, y especialmente a partir de 1992, empezaron a hacerse palpables los primeros síntomas de un cambio de fase en el ciclo económico español.
En un contexto de crisis económica internacional, los desequilibrios de la economía española se hicieron más patentes, desacelerándose las tasas de crecimiento y registrándose tasas de paro cercanas al 25%.
La devaluación de la peseta, al final de esta fase del ciclo económico español, ayudaría a iniciar la recuperación.
Durante esta etapa, y a raíz del Tratado de Maastricht, se consolida la plena integración comercial de los socios europeos y, de forma progresiva, se va implementando la integración financiera que culminaría con la llegada del euro.
Los ajustes obligados por esta integración contribuyeron al crecimiento económico de España, así como a una radical bajada de la tasa de paro, que pasaría de casi un 23% al inicio del período a poco más del 8% en 2008.
También la inflación en España bajaría desde el 10% a algo más del 3% en ciertos momentos de este período.
Curiosamente, no se logra el mismo éxito en la mejora de la productividad, que seguiría estancada en cifras poco acordes con el nivel de desarrollo alcanzado.
Como es de sobra conocido, el año 2008 marcará un punto de inflexión, con la crisis financiera mundial que hizo tambalearse a la economía hasta sus cimientos.
En España, la crisis financiera de 2008 tuvo un impacto casi inmediato en el empleo, produciéndose un rápido aumento de las cifras de paro.
También el PIB registró una caída del 3,8% en 2009, algo inédito durante muchos años.
La crisis de la deuda pública, el aumento de la prima del riesgo y del déficit público, la explosión de la burbuja inmobiliaria, así como los sacrificios y ajustes necesarios para afrontar dichos problemas, completan el complejo panorama de esta etapa.
Ya durante 2013 se empieza a vislumbrar el inicio de la recuperación, desacelerándose las tendencias negativas.
La devaluación interna vía salarios ayudó en el proceso de salida de la crisis, dado que la política monetaria común imposibilitaba incidir en los tipos de cambio.
Aunque logran recuperarse ciertos niveles anteriores a la crisis de 2008, no se produce una expansión propiamente dicha, que en todo caso queda truncada por la pandemia de covid que se desató en 2020.
La etapa actual, una vez superada la crisis sanitaria, nos pone ante nuevos retos, tanto en el plano económico, como en el laboral, tecnológico, migratorio y climático, entre otros.
Aunque no podemos anticipar qué nos depararán los próximos años, es evidente que la sucesión de ciclos económicos en España seguirá encadenando etapas de auge con otras de crisis y recesión.
La clave estará, como siempre, en saber afrontar la recuperación y prepararnos cada vez mejor para el siguiente impacto.
Rubén Vizcaíno Pena
7 Ago. 2024
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