Carlos Santiso Pombo
Redactado por
Rubén Vizcaíno Pena
Carlos Santiso Pombo
Redactado por
Rubén Vizcaíno Pena
27 May. 2025
9 min
Sin categoría
Sin duda, los distintos tipos de política fiscal que pueden implementar los gobiernos tienen un papel clave en la evolución de la economía de un país, sobre todo en épocas de crisis.
En este sentido, aunque prevalezcan las razones técnicas, siempre va a haber un cierto peso ideológico a la hora de diseñar e implementar las políticas.
En este artículo analizaremos las distintas opciones, así como las ventajas y riesgos de cada uno de estos enfoques.
Pero, antes de nada, es necesario definir brevemente el concepto de política fiscal.
Efectivamente, podemos definir la política fiscal como el conjunto de decisiones que toman los gobiernos acerca del gasto público y la recaudación de impuestos.
De este modo, las competencias en materia de política fiscal corresponden a los gobiernos (a diferencia de lo que sucede con la política monetaria, que está atribuida a los bancos centrales).
Como ahora veremos, estas decisiones tienen un impacto decisivo sobre el crecimiento económico, la inflación y el desempleo.
Como es lógico, el rango de acción de los gobiernos es muy amplio en lo que se refiere a la política fiscal.
De este modo, pueden adoptarse diferentes políticas dependiendo de la fase del ciclo económico en la que nos encontremos, de las características estructurales que tenga la economía de cada país y, por supuesto, en función del sesgo ideológico de cada gobierno.
En este sentido, ante una misma realidad, puede ser muy diferente la política fiscal de un gobierno con tendencia intervencionista (keynesiana) a la de otro más vinculado con las premisas de la Escuela Austríaca.
Veamos, pues, los tres principales tipos de política fiscal que se suelen adoptar en la práctica:
La política fiscal expansiva tiene como objetivo estimular la economía en momentos de desaceleración, recesión o elevado desempleo.
Para ello, el gobierno puede actuar sobre los siguientes parámetros:
El objetivo sería aumentar la demanda agregada y dinamizar la actividad de los agentes económicos.
Lógicamente, esto tendrá como consecuencia un aumento del déficit público, pero puede lograr una mayor creación de empleo y aumentar el PIB a medio plazo.
Sin embargo, si se mantienen en el tiempo, las políticas fiscales expansivas tienen el riesgo de generar elevados desequilibrios presupuestarios, aumentar la deuda pública y provocar un crecimiento de la tasa de inflación.
Este tipo de políticas fueron muy utilizadas como respuesta a la crisis financiera de 2008, pero también en los momentos posteriores a la declaración de la pandemia de covid-19 en el año 2020.
En el extremo opuesto, se encuentra la política fiscal restrictiva, que se aplica en situaciones como las siguientes:
Los parámetros sobre los que pueden actuar los gobiernos son los mismos que en el caso anterior, pero en sentido contrario:
Esto disminuye la renta disponible, contribuyendo a enfriar la demanda y ayuda a contener este tipo de desequilibrios económicos.
Con ello, se trata de lograr un equilibrio o superávit presupuestario, así como el control de la inflación y la reducción de la deuda pública.
En el ámbito europeo, este tipo de políticas fiscales se empezaron a generalizar a partir del año 2010, superados los momentos iniciales de la crisis financiera de 2008.
Lógicamente, estas medidas también tienen sus riesgos, ya que podrían frenar una recuperación en curso y, en determinados casos, provocar un aumento de la tasa de paro.
Sería aquella que no tiene una finalidad expansiva ni restrictiva, sino que busca el mantenimiento de la estabilidad en el ámbito del gasto público y de la recaudación fiscal.
De este modo, ni se persigue la estimulación de la economía, ni la contención del gasto.
Este sería el enfoque adecuado en momentos de equilibrio o de crecimiento sostenible, con cifras de paro y de inflación razonables.
Sobre el papel, sería la situación más deseable y la que genera mayor estabilidad y predictibilidad en los mercados financieros.
No obstante, esto no quiere decir que pueda mantenerse de forma indefinida, ya que los desequilibrios acaban apareciendo de uno u otro modo, requiriéndose la adopción de medidas de política fiscal más activas, ya sean expansivas o restrictivas.
Además de clasificarse como expansiva, restrictiva o neutral, la política fiscal también puede dividirse en estructural y coyuntural, según su horizonte temporal y propósito:
La política fiscal estructural tiene un enfoque a largo plazo.
De este modo, su objetivo sería modificar la estructura de ingresos y gastos del Estado para mejorar su eficiencia, sostenibilidad o equidad.
Como medidas típicas de esta forma de política fiscal, estarían las siguientes:
Por tanto, no se trata tanto de medidas reactivas para dar respuesta a un determinado momento del ciclo económico, sino para fortalecer desde la base los fundamentos económicos de un país.
Por el contrario, la política fiscal coyuntural responde a situaciones temporales y concretas.
Así, su propósito es ajustar el presupuesto del Estado en función del momento económico y, normalmente, adopta un carácter expansivo o restrictivo con las medidas que explicábamos en los anteriores apartados.
Este tipo de medidas suelen tener fecha de caducidad, ya que se aplican para dar respuesta a fenómenos concretos, que se pretenden corregir o revertir. Una vez logrado su objetivo, se desactivarán o modificarán de la forma que se considere más adecuada.
En principio, parece muy difícil (o imposible) determinar que un tipo de política fiscal sea claramente mejor que otro.
Al final, todo depende del contexto económico global y de la situación concreta de cada país, así como de la calidad de su implementación en la práctica.
Por tanto, una política fiscal expansiva (o restrictiva) puede funcionar muy bien o muy mal dependiendo de las circunstancias.
En general, los expertos coinciden en que la política fiscal debería ser contracíclica: expansiva en tiempos de crisis y restrictiva en épocas de bonanza.
Sin embargo, lo más importante es que la aplicación de esas medidas se haga:
De lo contrario, incluso las medidas correctas pueden generar efectos indeseados.
Muchas veces se habla conjuntamente de la política monetaria y la política fiscal, pero son herramientas muy distintas.
Así, la política monetaria:
Obviamente, lo ideal es que ambos tipos de políticas (fiscales y monetarias) estén perfectamente coordinadas para caminar hacia los mismos objetivos.
De lo contrario, podrían neutralizarse entre sí: una política monetaria expansiva, en combinación con medidas de política fiscal restrictiva, puede minimizar la eficacia de ambas.
En definitiva, entender los distintos tipos de política fiscal es clave para analizar el rumbo económico de un país.
En última instancia, lo más importante es que estas medidas se diseñen de forma responsable y con visión a largo plazo. Solo así podrán cumplir su función estabilizadora y contribuir al crecimiento sostenible de la economía.
Rellena el formulario y nuestros asesores académicos se pondrán en contacto contigo.
Comprobamos el contenido y la veracidad del conocimiento presentado en este artículo a través de nuestro proceso editorial y de verificación de la información para asegurarnos de que sea preciso y confiable.
Copyright All Rights Reserved 2025