Carlos Santiso Pombo
Redactado por
Rubén Vizcaíno Pena
Carlos Santiso Pombo
Redactado por
Rubén Vizcaíno Pena
28 Nov. 2024
6 min
Bolsa
En este artículo veremos qué es la deuda pública, para qué se utiliza, qué tipologías existen y cómo se emite. Además, analizaremos si puede ser una inversión interesante, dependiendo del perfil de cada inversor.
Sigue leyendo para conocer todos los detalles.
Podemos definir la deuda pública como la cuantía de dinero que un Estado (u otro ente público) ha pedido prestada para financiarse y que está pendiente de devolución en un momento dado.
Otras denominaciones que suelen utilizarse para hacer referencia a la deuda pública son: deuda soberana o deuda gubernamental.
La forma más habitual de medir la deuda pública de un país es expresándola como un porcentaje del Producto Interior Bruto (PIB) de dicho país.
¿Por qué existe la deuda pública?
Como decíamos, la finalidad de la deuda pública es financiar las actividades del Estado u otras entidades públicas. Así, por ejemplo, en España, también las comunidades autónomas pueden emitir deuda pública para financiarse.
Las otras dos grandes opciones que tienen los gobiernos para obtener recursos financieros para sufragar su actividad son las siguientes:
Sin embargo, la emisión de deuda tiene la ventaja de que, para el gran público, también puede funcionar como inversión. Así, invertir en Bonos del Estado, Letras del Tesoro y similares, puede ser muy interesante para personas con aversión al riesgo.
Después analizaremos más en detalle la deuda pública desde la óptica de un inversor privado.
Las tres clasificaciones más importantes de la deuda pública son las siguientes:
La deuda pública interna es aquella que es adquirida por personas y entidades del propio país que la emite.
Por su parte, la deuda pública externa es la que se financia con recursos procedentes de entidades situadas en el extranjero. Por ejemplo, aquí encajaría la financiación proporcionada por instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial.
Esta segunda clasificación es la que se utiliza habitualmente para todo tipo de endeudamiento, no solo en el caso de la deuda pública. Así, tenemos:
En la deuda pública amortizable, el Estado le reintegra al inversor el principal de la deuda, al llegar el plazo de vencimiento acordado.
Sin embargo, en la no amortizable, nunca se llega a devolver el principal, sino que el inversor únicamente percibe los intereses de forma periódica e indefinida. No obstante, cuando el Estado quiera cancelarla, puede recomprar los títulos en el mercado en el que coticen.
Aunque ya los hemos mencionado, estos son los tres títulos principales que utiliza el Estado español para financiarse:
Son valores de renta fija a corto plazo representados exclusivamente mediante anotaciones en cuenta.
Se crearon en el año 1987 y, actualmente, están disponibles en 4 vencimientos distintos:
Las Letras se emiten «al descuento». Es decir, el inversor compra el título a un precio inferior a su valor nominal. Cuando venza la letra, el Estado le pagará el valor nominal del título (ganando el inversor la diferencia).
A diferencia de las Letras, los Bonos dan derecho al inversor a cobrar los intereses periódicos que se vayan devengando cada año (llamados «cupones»).
Se emiten en múltiplos de 1.000 € y tienen dos posibles vencimientos:
Son exactamente iguales que los Bonos, con la única diferencia de que tienen un plazo de vencimiento más largo. Así, a día de hoy, se emiten letras con los siguientes vencimientos:
No es fácil dar consejos de inversión generalmente aplicables, ya que cada persona tiene sus propias circunstancias, en cuanto a horizonte temporal, objetivo de rentabilidad y perfil de riesgo.
De todos modos, dependiendo de la rentabilidad de otros tipos de activos en ese momento, y para un perfil conservador, es habitual que los asesores financieros recomienden incorporar algo de renta pública de elevada calidad crediticia.
Por supuesto, en esto también puede influir el momento del ciclo económico en el que nos encontremos en España, y otras circunstancias de los mercados financieros.
En definitiva, la deuda pública es una herramienta de vital importancia para los Estados, que los inversores también pueden aprovechar para rentabilizar sus ahorros sin incurrir en riesgos elevados.
De todos modos, cada persona debe construir su cartera de forma individualizada, adaptándola lo mejor posible a sus circunstancias particulares.
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