Carlos Santiso Pombo
Redactado por
Rubén Vizcaíno Pena
Carlos Santiso Pombo
Redactado por
Rubén Vizcaíno Pena
9 Ene. 2025
8 min
Curso Finanzas
Finanzas
A menudo se habla de salud financiera de una forma superficial o incompleta, sin tener en cuenta todas las aristas que incluye este concepto.
Por ello, en este artículo veremos qué es exactamente la salud financiera, cuáles son sus principales indicadores y sus mayores enemigos, así como algunos consejos clave para mejorarla de forma sencilla.
Sigue leyendo para conocer todos los detalles.
Podemos decir que la salud financiera es aquella situación en la que una persona o familia cuenta con los recursos y herramientas necesarios para cubrir sus necesidades básicas, gestionar deudas, ahorrar para el futuro y afrontar eventuales imprevistos económicos.
Aunque el concepto de «salud financiera» también se puede aplicar al ámbito empresarial, lo más habitual es que se utilice para hablar de la economía personal o del hogar.
Por tanto, es este el enfoque en el que nos centraremos en este artículo.
A un nivel personal y familiar, tener buena salud financiera garantiza la tranquilidad económica, al tiempo que influye en la calidad de vida y, en última instancia, en el bienestar general y emocional de las personas.
De una forma más concreta, la salud financiera se manifiesta en aspectos como la suficiencia de ingresos para afrontar gastos recurrentes o gastos inesperados, la estabilidad y previsibilidad de los flujos de dinero, una adecuada capacidad de ahorro e inversión, un buen control de deuda, la capacidad de planificación a futuro, etc.
En este sentido, el concepto de «salud financiera» es más amplio que el de «estabilidad financiera», ya que no solo se centra en la suficiencia de ingresos para cubrir gastos.
Algunos de los principales indicadores que podemos utilizar para evaluar la salud financiera de una persona o familia son los siguientes:
Contar con ingresos suficientes y estables suele ser uno de los principales síntomas de buena salud financiera. Habitualmente, esto va asociado con cierta estabilidad laboral, aunque no es imprescindible.
Lógicamente, el concepto de «suficiencia» es relativo, ya que depende de la situación de cada persona en lo que se refiere al coste de vida en su lugar de residencia, el nivel de gastos que considere necesario o «confortable», la estructura familiar, etc.
En todo caso, los ingresos considerados suficientes no solo deben cubrir necesidades básicas, sino también posibles imprevistos y, en todo caso, el ahorro, como ahora veremos.
Contar con una cierta capacidad de ahorro es otro importante indicador de salud financiera.
Además, en vez de destinar al ahorro el sobrante a final de mes, es mucho más «saludable» separar una parte de los ingresos en cuanto se reciban.
Como suele decirse, «págate a ti mismo primero».
Es de vital importancia disponer de un fondo de emergencia con el que se puedan cubrir entre 3 y 12 meses de gastos.
Sin duda, este debería ser el primer destino del ahorro, antes de pensar en invertir o en afrontar otro tipo de proyectos. De este modo, se puede tener un «colchón» con el que cubrir eventualidades como la pérdida del empleo, gastos extraordinarios (por ejemplo, un problema de salud o una reparación importante), etc.
Una vez que hayas acumulado este fondo para imprevistos (en una cuenta remunerada u otro producto de gran liquidez), ya podrás pensar en invertir.
Para una buena salud financiera, es fundamental realizar una adecuada gestión de las deudas. En este sentido, la deuda debería ser sostenible, manteniéndose siempre en niveles razonables.
Con carácter general, el ratio de endeudamiento (proporción de los ingresos destinados a pagar deudas) no debería superar el 30 – 35%.
Una vez constituido el fondo de emergencia, y si la deuda se encuentra en niveles razonables, es muy recomendable empezar a invertir.
De este modo, se combaten los efectos de la inflación y puede incrementarse el patrimonio de cara al futuro.
Tener la opción de solicitar un crédito o préstamo puede ser también un síntoma de buena salud financiera, ya que suele ser indicativo de tener la suficiente solvencia como para devolverlo.
Finalmente, contar con una adecuada cobertura de riesgos mediante seguros, también contribuye a la salud financiera.
De este modo, se dispone de un respaldo para afrontar eventualidades que, de otro modo, podrían suponer la ruina económica.
Cuando una persona quiere mejorar su salud financiera, existen distintos ámbitos en los que puede actuar. Estos son los más importantes:
Si no se conoce el punto de partida, difícilmente se podrá mejorar. Como dijo Lord Kelvin: «Lo que no se define no se puede medir. Lo que no se mide, no se puede mejorar. Lo que no se mejora, se degrada siempre».
Por tanto, es recomendable dedicar un tiempo a:
A partir de este trabajo de evaluación, ya se podrá empezar a incorporar algunas medidas de mejora.
Sin duda, elaborar un presupuesto de ingresos y gastos puede ayudar enormemente a mejorar la salud financiera de una persona o familia.
Básicamente, se trata de consignar todos los gastos e ingresos (fijos o variables), distribuyendo los recursos de la forma más eficiente posible.
Además, el presupuesto va a ser la base imprescindible para poder hacer una planificación financiera a medio y largo plazo, con objetivos de ahorro e inversión.
Aunque hay muchas formas de abordar esta cuestión, es bastante conocido el método 50/30/20, que distribuye los ingresos netos mensuales en tres categorías:
No obstante, si tus ingresos te lo permiten y tienes objetivos más ambiciosos, lo ideal es que incrementes poco a poco ese 20% destinado a ahorro e inversión.
En casi cualquier presupuesto hay un cierto margen para recortar gastos superfluos, innecesarios o ineficientes.
A muchos de estos, se los conoce como «gastos hormiga», ya que son relativamente bajos de forma individual, pero acaban teniendo un gran impacto al acumularse a lo largo del tiempo.
Un ejemplo típico son las suscripciones a servicios que casi no utilices o donde existan alternativas más baratas (TV y streaming, apps, cuotas de gimnasio, servicios de telefonía e internet, seguros, etc.).
En cualquier caso, la reducción de gastos siempre tiene un límite del que es casi imposible bajar. De ahí que también sea muy recomendable explorar las posibilidades de incrementar ingresos. Por ejemplo, negociando un aumento de sueldo, planteándose un cambio de sector profesional, iniciando un nuevo negocio, etc.
El endeudamiento no es necesariamente malo, siempre que se destine a la compra de activos, a necesidades básicas como la vivienda o a cualquier otro proyecto productivo.
En cualquier caso, debe mantenerse en niveles razonables, procurando que las condiciones (principalmente, el tipo de interés) sean lo más favorables posible.
Por tanto, debería limitarse estrictamente el endeudamiento para el consumo o el ocio, las deudas de tarjetas de crédito, etc.
Como decíamos, es imprescindible priorizar el ahorro antes que cualquier gasto superfluo, para constituir un fondo de emergencia suficiente.
A partir de ahí, deberías empezar a invertir en productos adecuados a tu perfil de riesgo.
Finalmente, invertir en educación financiera es también una buena medida para aprender a mejorar nuestra salud financiera a medio y largo plazo.
En definitiva, cuidar la salud financiera debería ser una de nuestras prioridades fundamentales para poder disfrutar de una situación económica desahogada, sin que el dinero sea una fuente continua de estrés o preocupaciones.
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