Carlos Santiso Pombo
Redactado por
Rubén Vizcaíno Pena
Carlos Santiso Pombo
Redactado por
Rubén Vizcaíno Pena
24 Mar. 2025
7 min
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En este artículo veremos qué son los fallos de mercado, qué tipos existen, cuáles son sus causas y cómo pueden corregirse.
De este modo, aunque en teoría económica (y con carácter general) se considera que los mercados son mecanismos eficientes para la asignación de recursos, la realidad no siempre avala esta afirmación.
Veamos por qué.
Como decíamos en la introducción, uno de los principales pilares en los que se basa la economía de mercado es el de la eficiencia de dicho mercado para asignar recursos (capital, mano de obra, etc.).
En este sentido, el propio juego de la oferta y la demanda y la libre competencia, unidas a la racionalidad intrínseca del ser humano, procuran que esos recursos se distribuyan de forma óptima, gracias a esa «mano invisible» de la que hablaba Adam Smith.
Sin embargo, hay situaciones en las que esto no se cumple, generándose ineficiencias o fallos que acaban perjudicando el bienestar de la sociedad.
Por tanto, podemos definir los fallos de mercados como aquellas situaciones en las que la asignación de bienes y servicios por parte del mercado es ineficiente, de modo que no se logra maximizar el bienestar social.
Es decir, en estos casos, aunque los individuos actúen de forma racional y busquen su propio interés según los principios del libre mercado, esto no lleva a un resultado racional y óptimo para el grupo.
De ahí que, en ocasiones, sea necesaria o conveniente la intervención del Estado para tratar de corregir dichas ineficiencias. Al menos, esto es lo que se defiende desde buena parte de la teoría económica. Sin embargo, líneas de pensamiento más próximas a la Escuela Austríaca, por ejemplo, se oponen a este tipo de soluciones.
En la literatura económica, suelen distinguirse los siguientes tipos de fallos de mercado:
En lenguaje coloquial, podríamos decir que las externalidades son los «efectos secundarios» o «daños colaterales» de la economía de mercado, aunque no siempre tienen una connotación negativa, como ahora veremos.
Así, de forma más precisa, definiríamos las externalidades como los resultados no buscados de forma directa, que se derivan del consumo o producción de un bien o servicio.
De este modo, suelen darse cuando una transacción entre dos partes afecta a terceros que no están directamente involucrados en ella.
A su vez, las externalidades pueden ser de dos tipos:
Para corregir las externalidades negativas, los gobiernos pueden acudir a medidas como la creación de impuestos, la concesión de subsidios o la aprobación de regulaciones que internalicen estos costos o beneficios (es decir, que hagan que esos efectos secundarios sean asumidos por quien los haya provocado).
En economía, se define a los bienes públicos como aquellos que reúnen estas tres características fundamentales:
Típicos ejemplos de este tipo de bienes son el alumbrado público, los parques públicos, los faros marítimos, la defensa nacional, etc.
Debido a estas características, los mercados privados no tienen incentivos para producir estos bienes de manera eficiente, ya que los individuos pueden beneficiarse de ellos «sin pagar».
En consecuencia, suele ser el Estado el que proporciona este tipo de bienes a través de la financiación pública.
En todas aquellas estructuras en las que no se cumplen los principios de competencia perfecta, se considera que existen fallos de mercado. Así, tenemos, por ejemplo:
Así, por ejemplo, en un monopolio, la empresa puede restringir artificialmente la producción y elevar los precios por encima de su nivel eficiente.
Para corregir este tipo de fallos de mercado, los gobiernos pueden establecer regulaciones de precios, crear y aplicar leyes antimonopolio para fomentar la competencia o procurar la entrada de nuevos competidores en sectores estratégicos.
La información asimétrica se da en aquellas situaciones en las que una de las partes en una transacción posee más información que la otra, lo que puede llevar a la toma de decisiones ineficientes o a la asunción de riesgos innecesarios.
Así, por ejemplo, quien tenga información privilegiada, podría aprovechar el desconocimiento de los demás agentes para fijar precios por encima del nivel de equilibrio.
Para abordar estos fallos de mercado, las Administraciones pueden aprobar regulaciones de transparencia o fomentar directamente la divulgación de información.
En los apartados anteriores, ya hemos visto varios ejemplos concretos de cómo se podrían corregir los fallos de mercado.
En esencia, todos ellos pueden reconducirse a las siguientes categorías principales:
Este tipo de medidas suelen defenderse desde posiciones de política económica relacionadas con el keynesianismo o neokeynesianismo. Por su parte, la escuela neoclásica y, especialmente, la Escuela Austríaca son mucho más reticentes a este tipo de intervenciones.
Desde esas posiciones, suele considerarse que los fallos de mercado casi siempre son temporales, y que el propio mercado acaba corrigiéndolos en cuanto los detecta.
En definitiva, los fallos de mercado pueden ocasionar fuertes desigualdades y perjuicios económicos, que, según algunos autores, no siempre son fáciles de abordar mediante la intervención pública. De hecho, esta también puede llegar a producir externalidades negativas en determinados supuestos.
En cualquier caso, se trata de un concepto clave dentro de la teoría económica, que es fuente continua de estudio desde todo tipo de posiciones ideológicas y académicas.
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