Carlos Santiso Pombo
Redactado por
Rubén Vizcaíno Pena
Carlos Santiso Pombo
Redactado por
Rubén Vizcaíno Pena
21 May. 2024
7 min
Economía
Aunque la Escuela de Economía Austríaca surgió en el siglo XIX, durante bastante tiempo ha tenido escaso protagonismo en el debate económico e, incluso, dentro del ámbito académico.
Sin embargo, desde hace algunos años, ha resurgido el interés en ciertos sectores por sus postulados teóricos, especialmente en lo que se refiere a las críticas al intervencionismo estatal en la economía.
En este artículo repasamos su origen histórico y sus principales defensores, así como los principios fundamentales en los que se asienta esta teoría económica.
La Escuela de Economía Austríaca es una escuela de pensamiento económico que surgió en Austria a finales del siglo XIX y que se basa, fundamentalmente, en la explicación de la economía a partir de las motivaciones e intereses de los individuos y en el rechazo a la intervención estatal en el ámbito económico.
Como decíamos, la Escuela Austríaca de Economía nace en el siglo XIX en Austria, concretamente en Viena, a partir del trabajo de un pequeño grupo de economistas que tenían una visión opuesta a la de otras escuelas económicas de la época, fundamentalmente, la Escuela Histórica alemana.
Sin embargo, existen algunos precedentes que podrían considerarse como precursores de esta Escuela Austríaca, como la conocida Escuela de Salamanca o algunos otros autores a título individual.
Entre los principales representantes de la Escuela Austríaca, podemos destacar los siguientes:
Como luego veremos, a día de hoy, la Escuela Austríaca ha ganado popularidad entre un pequeño sector de economistas, que siguen ampliando y discutiendo sus postulados teóricos y su aplicabilidad práctica en la actualidad.
De forma muy resumida, estos son los principios básicos en los que se asienta la Escuela de Economía Austríaca:
Frente a las teorías económicas clásicas, la Economía Austríaca defiende que los fenómenos sociales se originan como consecuencia de las motivaciones y acciones individuales, en busca del interés propio de cada persona.
En consonancia con el punto anterior, el valor de un bien es un fenómeno subjetivo. Así, viene determinado no por su costo de producción, sino por la utilidad subjetiva que le asigna cada individuo según sus necesidades y preferencias.
De este modo, los economistas austríacos entienden que en la determinación de los precios intervienen únicamente factores subjetivos.
Por tanto, desvinculaban del precio factores objetivos como los costes de producción o el trabajo.
Por ejemplo, Menger afirmaba que «si un diamante fue encontrado accidentalmente o si se lo obtuvo de una mina de diamantes con el empleo de mil días de trabajo, es completamente irrelevante para su valor. En general, nadie, en su vida cotidiana, pregunta por la historia del origen de un bien para estimar su valor, sino que toma en cuenta solamente el servicio que el bien le brindará y al que tendría que renunciar si no tuviese el bien a su disposición».
Esta teoría nos dice que el valor de un bien no está determinado por la totalidad del bien, sino por la última unidad que se consume. Esto significa que la utilidad marginal de un bien decrece a medida que se consume más cantidad del mismo.
Esto permite a la Escuela de Economía Austríaca resolver la célebre paradoja de los diamantes y el agua, que dice que, si el agua es absolutamente imprescindible para la vida, al contrario que los diamantes, ¿por qué estos son mucho más valiosos que el agua?.
La teoría de la utilidad marginal tiene la respuesta: el valor total del agua es superior al de los diamantes, ya que es necesaria para vivir. Sin embargo, al ser el agua abundante y los diamantes escasos, una vez resueltas las necesidades esenciales, las unidades adicionales son mucho más valiosas en el caso de los diamantes que en el del agua.
Según los representantes de la Escuela de Economía Austríaca, al ser el precio una consecuencia exclusiva de aspectos subjetivos, sus variaciones únicamente reflejarían cambios en las preferencias de los individuos.
En este sentido, si el gobierno interviene artificialmente mediante la política monetaria para regular la oferta de dinero en circulación, estaría distorsionando el sistema de fijación de precios que se daría en el libre mercado.
La consecuencia de una política monetaria expansiva es que se genera una cantidad de dinero superior a la que el mercado hubiese determinado, produciéndose una distorsión de los precios relativos y, por tanto, generándose inflación.
Sin duda, una de las grandes aportaciones teóricas de la Escuela de Economía Austríaca es la relativa a la interpretación de los ciclos económicos.
En este sentido, consideran que la intervención de los bancos centrales, extendiendo el crédito a través de tipos de interés artificialmente bajos, lleva a un crecimiento también artificial, que ocasiona una mala asignación de recursos en la economía.
Inevitablemente, esto conduce a una corrección en forma de recesión.
Algunos economistas de la Escuela Austríaca abogan incluso por la readopción del patrón oro, de modo que los bancos centrales no puedan incentivar una expansión artificial del crédito.
En definitiva, esta corriente de pensamiento defiende que ha de ser el mercado, por el natural juego de la oferta y la demanda, quien regule la asignación de recursos en la economía.
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Como decíamos, aunque algunos de los postulados de la Economía Austríaca no son plenamente aceptados por la mayoría de economistas, existen muchas iniciativas que se dedican a divulgarlos, tanto dentro como fuera del ámbito académico.
En nuestro entorno, el profesor Huerta de Soto es quizás el representante más conocido de esta corriente de pensamiento.
En el ámbito internacional, instituciones como el Cato Institute o el Mises Institute trabajan en este mismo sentido, aunque cuenten también con numerosos detractores.
En definitiva, a pesar de su carácter minoritario, la Escuela de Economía Austríaca sigue de plena actualidad, ocasionando intensos debates tanto en el ámbito académico como en el político.
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